La salud mental en la adolescencia

19 de Junio 2023 Columnas

La salud mental de los chilenos y chilenas nos preocupa, más aún cuando la muerte en la adolescencia nos sorprende impensadamente como una posibilidad o una realidad. El informe del año 2022 del Ministerio de Salud sobre mortalidad por suicidio entre los años 2010 y 2019, y la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017 nos muestran que cerca de 1.800 personas se suicidan al año, de las cuales más del 20% son adolescentes, habiendo aparentemente una tendencia a la baja en la prevalencia de este grupo etario en la década pasada. Posterior a la pandemia, empiezan a aparecer unas primeras cifras preocupantes y la percepción de un aumento del suicidio en adolescentes. Las escuelas y los padres agobiados empiezan a convocarnos a los profesionales de la salud mental, pidiendo apoyo para la prevención y la postvención del suicidio. Se esbozan una serie de acontecimientos y factores de riesgo que podrían estar dando cuenta de esta realidad: las consecuencias de la pandemia en la educación y la integración social, los conflictos en la convivencia escolar y el bullying, el aumento de los problemas de salud mental, el consumo de alcohol y otras drogas, las dificultades en la aceptación e integración de las nuevas diversidades, y las incertidumbres económicas y sociales para proyectar un buen futuro.

La preocupación familiar, educacional y social, no solo se da por el dramático suicidio de un adolescente, sino también por los intentos suicidas, las conductas para suicidas, las auto agresiones y las ideas de muerte. Conmocionan el entorno afectivo de aquellos que acompañan al adolescente sufriente, quienes se preocupan comprensiblemente por la posibilidad que estas ideas y conductas avancen en su nivel de riesgo. Sabemos que en la gran mayoría de estos casos los adolescentes están viviendo un estado de sufrimiento emocional, ya sea por estar cursando un trastorno depresivo o por vivir problemas que lo sobrepasan. A ello se suman las conductas impulsivas y explosivas más frecuentes en esta etapa de la vida, las que pueden facilitarse por el uso de alcohol y otras drogas, por problemas de desregulación emocional y por conflictos interpersonales con la pareja, los pares o la familia.

A partir de esta realidad, la salud mental y la psicología positiva, tienen mucho que aportar para la prevención del suicidio en los adolescentes. Temas como el trabajo sobre el optimismo realista y la esperanza, el desarrollo de las fortalezas del carácter, las habilidades de gestión emocional y tolerancia al malestar, y la construcción de relaciones saludables, son, entre muchas otros, temas significativos a desarrollar para la promoción de una buena salud mental y la prevención del suicidio en adolescentes. El optimismo realista y la esperanza son aspectos claves en la prevención del suicidio, como lo ha demostrado la evidencia científica. El trabajo de Martin Seligman y luego continuado por Karen Reivich nos confirma que pensar que existe un mejor futuro posible cuando el presente es complejo, es un factor esperanzador frente a las ideas de suicidio y un componente esencial de la resiliencia. Los clásicos estudios en población preadolescente del programa de resiliencia y psicología positiva de la Universidad de Pennsylvania nos muestran cómo disminuyen las conductas autodestructivas cuando se trabaja el tema del optimismo realista. Conceptos y consignas como la realidad puede cambiar, siempre hay más opciones y ábrete a la posibilidad de conversarlo con alguien, son aspectos fundamentales que hemos incorporado en nuestro Botiquín de la Esperanza, donde hemos generado un set de herramientas para la autoayuda y la ayuda de otros en la prevención del suicidio.

El trabajo desde el modelo de las 24 fortalezas del carácter desarrollado por Martin Seligman y Christopher Peterson nos confirma la importancia de que los adolescentes identifique sus talentos y capacidades. Desde estas fortalezas del carácter pueden enfrentar mejor los problemas de su vida y pueden desarrollar sus talentos, lo que les ayudará a fortalecer su autoestima, la cual se ve habitualmente bombardeada por las demandas y la presión social de esta etapa de la vida.

Un aspecto fundamental para la prevención del suicidio es la educación emocional. Saber identificar lo que estamos sintiendo y cómo esto influye sobre lo que pensamos y hacemos, es primordial para aprender a conocernos y a gestionar nuestras emociones. Ser competente emocionalmente implica desarrollar una progresiva autonomía emocional, al mismo tiempo que aprendemos a convivir saludablemente con las emociones de los otros. Significa gestionar adecuadamente nuestras rabias, penas, angustias y euforias, evitando conductas impulsivas y explosivas que nos generen consecuencias. Las emociones, como tantos otros aspectos de la vida, se trasmiten, se contagian y se propagan, por lo que somos corresponsables de los climas emocionales y relacionales que cohabitamos. Por acción u omisión aportamos a que nuestros espacios de convivencia sean de encuentros o desencuentros, de protección o de riesgo.

El conocido estudio de desarrollo adulto de la Universidad de Harvard que ha seguido a un grupo de personas y sus familias por 85 años concluye que la clave para que un ser humano tenga una buena vida es que aprenda a construir relaciones saludables y positivas, aspecto fundamental para tener una buena salud mental. El bienestar se construye desde un nosotros (bienestar compartido), por lo cual es esencial que los adolescentes aprendan a relacionarse saludablemente con su familia, sus pares y la comunidad. El primer desafío es aprender a relacionarse con uno mismo (autonomía, aceptación y amor propio), para luego vincularse con otros, y también para aprender a relacionarse saludablemente con la comida, el alcohol, las nuevas tecnologías de comunicación, etcétera. Cómo no recordar en esta reflexión las palabras de Humberto Maturana cuando nos decía: “Sin aceptación y respeto por sí mismo uno no puede aceptar y respetar al otro, y sin aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia, no hay fenómeno social”. En esta aceptación del legítimo otro (diversidad) y en la posibilidad de construir vínculos saludables, se edifica una buena convivencia familiar y social que disminuye temas tan dolorosos como el bulliyng, las llamadas relaciones tóxicas y el riesgo suicida.

Para finalizar, quiero compartir una frase de un familiar sobreviviente al suicidio de un ser querido, quien dijo: “Quiero un mundo donde ella no habría elegido irse”. De todos nosotros es la corresponsabilidad de crear un mundo mejor con una buena salud mental, donde no exista la necesidad de algunos de llamar a la muerte y partir anticipadamente.

Publicada en El País.

Contenido relacionado

Redes Sociales

Instagram