La costa olvidada

17 de Marzo 2018 Columnas

En 1986, el conocido cineasta australiano Peter Weir nos regaló una película de intensa fuerza psicológica y geográfica llamada “La Costa Mosquito”, que mostraba la locura épica de un genio que rechazando el clásico estilo de vida americana decidía autorrecluirse junto a su familia en una olvidada costa centroamericana, a efectos de poder asumir autónomamente su propio modo de vida. Y esto viene a propósito de otra costa, mucho más cercana, aquella que está entre Lebu y Tril Tril, que tiene lugares tan intensos y hermosos como aquellos que sirvieron a Harrison Ford, Helen Mirren y River Phoenix para narrarnos la trágica historia del inventor Allie Fox.

Es que contra todo consejo, decidí emprender la ruta entre los puntos antes señalados, que en orden regional implica la costa sur de la Región del Biobío, la que corresponde íntegramente a La Araucanía y la parte norte de la Región de Los Lagos. Se trata de lugares costeros que, aparte de regalar una singular belleza, alientan nuevos aportes a nuestra lengua (Lebu, Curaco, Quidico, Tirúa, Lobería, Nehuentué, Puerto Saavedra, Queule, Mehuín, Corral, Huape, Chaihuín, Huiro, Hueicolla, El Manzano, Pucatrihue, Bahía Mansa, Maicolpué, Tril Tril, entre tantos otros).

Pero lo realmente preocupante es que se trata de una costa que en la mayoría de su recorrido demuestra, desde sus kilómetros sin pavimento, expresiones evidentes de olvido, carencias y, en cierto modo, descuido grave en las políticas públicas que debiesen focalizarse centralmente en arrancar a las personas que allí viven de las garras de la pobreza y la despreocupación, ya que ello abre espacios naturales para rebeldías, insatisfacciones y reivindicaciones, que tienen un argumento irrefutable para su impulso en el abandono real y diario que sufren.

Así como las noticias del verano nos informaban de la congestión en las rutas de los lagos (Villarrica-Pucón), acá no hubo ninguna congestión, por razones evidentes: las rutas entre los lugares son escasas y, en la mayoría de los casos, sin pavimento y con pobre mantención. Es decir, la frontera de nuestro desarrollo no es internacional, es interna, y en esa zona está definida por la Ruta 5, que en su deslinde hacia la cordillera demuestra inversiones, desarrollo turístico de múltiple envergadura, urbanizaciones magníficas, teatros maravillosos que a lo mejor competirán entre sí, marinas lacustres, deportes náuticos y termas que acarician el descanso reponedor. Hacia el otro lado encontramos los mejores despliegues de nuestra naturaleza, playas hermosas, escenarios naturales únicos e irrepetibles, sin caminos, sin comodidades o facilitación para su descubrimiento, con localidades que terminan concretando balnearios construidos al margen del urbanismo, sin ninguna planificación territorial y alejadas completamente de las condiciones naturales de saneamiento; es decir, sin agua potable, ni alcantarillado -en muchas ocasiones- y con transgresiones evidentes a la legislación indígena.

Lo que está sucediendo en esa costa es una demostración evidente de que los esfuerzos regionales han terminado por concentrar en ciertos lugares la inversión de los escasos recursos públicos, es decir, se está produciendo una centralización de la descentralización, que está dejando fuera el crecimiento distributivo y equitativo que corresponde a la región en su conjunto.

No se trata de determinar si son mejores los lagos o las playas del mar, se trata de que se deben cuidar la simetría en el crecimiento y la eficiencia en el gasto público de manera coordinada entre los jugadores principales de este gasto que se representa en las distintas autoridades que deben intervenir (gobierno regional, intendente -por ahora-, seremis de Obras Públicas, Vivienda, Desarrollo Social, Salud, Educación, etc.). La falta de esta verdadera virtud administrativa, la coordinación, determina la producción de luchas aisladas de orientación del gasto, que se definen por medio del clientelismo político, por la especulación inmobiliaria, o simplemente por la comodidad voluntariosa de quien tiene el poder transitoriamente. Sin coordinación, pierden los ciudadanos y gana el oportunismo.

Pero no hay que creer que esto solo sucede en las zonas enunciadas, esto se está produciendo en gran parte de nuestra costa. Por ejemplo, en las cercanías de Copiapó, en la playa de Puerto Viejo, se ha levantado un balneario irregular sobre terrenos fiscales, con verdaderos loteos traficados por conocidos personajes de la región, en los cuales ya hay calles, plazas y casas donde incluso hay pensiones y, también, establecimientos comerciales, todo ello sin urbanización, y todo al amparo de la desidia de autoridades que no quieren aplicar la ley, pues muchas de ellas tienen en ese mismo balneario a familiares que gozan de tal inactividad.

Al final, en algún momento vendrán las regularizaciones. Lo que hay que impedir de verdad es que se sigan produciendo estas ocupaciones irreversibles que terminan por sacrificar el desarrollo productivo de nuestros mejores lugares, en perjuicio injusto de todos quienes sí cumplen la ley. Al final, en Costa Mosquito es la naturaleza la vencedora. Por acá, viene siendo la falla humana la que termina por destruir lugares y personas.

Publicado en El Mercurio.

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