La caída

20 de Agosto 2021 Columnas

Entre el 415 y el 413 a. C., Atenas trató de conquistar Sicilia. Esta expedición, tras dos años de combates, fue aniquilada, siendo el principio del fin del Imperio ateniense. Tucídides presenta varios factores de este fracaso, subrayando que ninguno de estos lo explica por sí solo, sino que la interacción entre ellos fue lo que lo produjo. Algunos de estos elementos fueron estratégicos (la ausencia de caballería), de liderazgo (la caída de Alcibíades, el mejor general ateniense), diplomáticos, psicológicos (la creencia que el poderío ateniense doblegaría las polis de Sicilia) y de ignorancia sobre la realidad en el terreno. Hasta el día de hoy se sigue debatiendo al respecto sin llegar a un consenso. ¿Cuál fue la importancia de estos factores? ¿Existen factores que Tucídides no haya tomado en cuenta? ¿O, como sostienen algunos, este se equivocó y la expedición estaba condenada desde el momento en que zarpó?

Al ver las terribles imágenes que llegan desde Afganistán y a los analistas que tratan de explicar la caída de Kabul, este debate se retoma. ¿El intento de construir un estado afgano democrático con un ejército moderno estaba destinado al fracaso desde el inicio? ¿O fueron errores de ejecución, de voluntad o de algún otro tipo los que lo condenaron? Es demasiado pronto para dar una respuesta, ya que mientras no se tenga acceso a los informes clasificados de distintos países, así como a los testimonios de los distintos actores en el terreno, cualquier análisis será parcial.

Sin embargo, sí es posible proponer algunas hipótesis de estudio. Al parecer, una de las causas del desastre es que una nación imperial, como Estados Unidos, desea tener los beneficios del imperio sin pagar los costes o los sacrificios necesarios para que este se mantenga. Esto lleva a una política que, al igual que lo que pasó en Siria con los Kurdos, deriva en un sistemático abandono de sus aliados ­—hay que recordar que en los últimos cinco años, más de cincuenta y cinco mil soldados afganos murieron combatiendo a los talibanes. Esta cifra muestra la mala fe o la ignorancia del discurso que dice que los afganos no combatieron para defender su país ­—. Podemos acá recordar a Pericles, el gran dirigente ateniense, quien no dudó en denunciar a su pueblo por negarse también a asumir la carga del imperio. Pero, y recordando la crisis de la civilización occidental, definida por Leo Strauss, debido a la incapacidad de occidente de creer en sí mismo, hoy en día Estados Unidos parece incapaz de producir líderes que hablen sinceramente sobre los costos necesarios de sus políticas. Es decir, verdaderos dirigentes democráticos que sean capaces de dar cuenta, públicamente, de sus acciones.

En relación con esto, el contraste con Al Queda y los talibanes, como ya lo indicó hace diez años Raymond Geuss, es catastrófico para Occidente. Desde los atentados del 11 de septiembre, los radicales parecen haber entendido mucho mejor que nosotros las debilidades de nuestras democracias, comprendiendo cómo explotarlas para avanzar, así, en sus objetivos atroces.

Publicada en La Segunda.

Redes Sociales

Instagram