King de Inglaterra

8 de Marzo 2017 Columnas Noticias

El Rey Arturo es un personaje mitológico del folclore británico. Según la leyenda, habría gobernado la ciudad perdida de Camelot en tiempos medievales. La noche de este martes otro Arturo gobernó la capital del Reino Unido. El chileno Vidal fue figura central en la paliza sin precedentes que Bayern Munich -probablemente el mejor equipo del mundo- le propinó al Arsenal de Alexis Sánchez. Pocas veces he visto en vivo a un jugador más cómodo en una cancha visitante. Hizo dos goles cuando el partido ya estaba decidido, pero antes de eso condujo una sinfónica wagneriana que destruyó futbolística y moralmente al equipo del norte de Londres, incapaz de imponer respeto en su propia casa. En el agregado: 10-2. Una carnicería. En la vereda del frente, lo de Sánchez fue doloroso. No hizo gran partido y dejó que Robben le robara una pelota que significó a continuación un gol en contra. El técnico Arsene Wegner lo sacó relativamente temprano para ahorrarle la humillación que -olfateaba- estaba a punto de ocurrir.

Fuera del campo de juego saludó a la tribuna como asegurando que todo está bien entre ellos. Pero su teleserie se extiende ya varios días. En vez de #Brexit, en algunos foros ya se habla de #Alexit; el tocopillano especulan los medios, estaría planeando partir.

Aunque la afición lo idolatra y estima que su frustración es razonable, insistir en sobreactuar el descontento es mala idea. Los hinchas se cansan de los jugadores que gesticulan sistemáticamente su intención de mandarse a cambiar.

Aun así, cada vez que el Niño Maravilla toma un balón en área propia y empieza a apilar rivales, la respiración del estadio se acelera en estado de excitación. Es el más hambriento de un equipo pálido de niños buenos. Pero esta no fue su noche. Había poca esperanza de revertir el resultado en el ambiente.

La poca que había se encendió con el gol de Theo Walcott. Luego se esfumó con la expulsión de Kóscielny. Con 10 jugadores, Arsenal fue un espectro. Entonces el Rey Arturo aprovechó de hacer lo que gusta de hacer en los epílogos: subir un par de metros y acercarse al arco rival. A esas alturas gobernaba el césped del Emirates con desplante monárquico.

Fui al estadio a gritar un gol de Alexis. En medio de la barra de Arsenal, grité para mis adentros los dos de Vidal.

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