Freud y las 40 horas de trabajo

21 de Agosto 2019 Columnas

Se debate últimamente en nuestra sociedad chilena la posibilidad, conveniencia y viabilidad de reducir las horas de trabajo. Vale la pena contextualizar este debate recordando algunos planteamientos de Freud en su estudio El malestar en la cultura. Eje de este estudio es un cierto antagonismo entre la “cultura” y la posibilidad de ser feliz del ser humano.

Por cultura podemos entender todo lo que hacemos para dominar a la naturaleza, la técnica y sus progresos, la higiene, el orden, la vida intelectual y científica. Sin duda, el trabajo es parte de la cultura. Ahora bien, se supone que el “resorte de todas las actividades humanas es alcanzar dos metas confluyentes: la utilidad y el placer”. Pero este equilibrio es muy difícil de alcanzar. Sería la cultura la que habría llevado a un sometimiento de las pulsiones, las que Freud pone en el centro de las posibilidades de dicha del hombre.

Todo este lenguaje más sofisticado freudiano para decir algo que suele pensarse con mucha frecuencia, pero no se dice en voz alta: mucho trabajo es una manera de sublimar las pulsiones, incluyendo las sexuales. Lo dice explícitamente el mismo Freud: “No puede soslayarse la medida en la que la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional”. Esa renuncia, que incluye también la sexualidad, nos conduce a un sentimiento de desdicha.

Es una paradoja que aquello que nos permite constituirnos como sujetos sociales, altamente dotados de cohesión, leyes que nos protegen, etc., etc., nos lleve al mismo tiempo a la infelicidad. Y asegura Freud: “El hombre culto ha cambiado un trozo de posibilidad de dicha por un trozo de seguridad”.

¿Podemos ser altamente útiles y, al mismo tiempo, dichosos en la vida? Freud sostiene que es “lícito esperar que poco a poco le introduciremos variantes que satisfagan mejor nuestras necesidades”. Puede ser que una reducción en el horario laboral sea una de esas “variantes” buscadas. Variante que abra un espacio libre para la satisfacción y la dicha. Pero nada asegura qué es lo que haremos con esas horas fuera de la lógica de la productividad.

Se espera que se dediquen a la familia y a los vínculos afectivos, al menos así lo piensa la promotora del proyecto de ley, Camila Vallejo: “Hoy vemos que la gente está infeliz. Han aumentado los índices de depresión y estrés. Las personas merecen gozar del fruto de su trabajo. No es justo que pasen la mayor parte del tiempo trabajando. Merecen estar con sus hijos, con sus amigos, ir al cine, al teatro, descansar.” Cómo no estar de acuerdo con estas necesidades.

Si efectivamente nuestra sociedad logra concretizar la disminución de la carga laboral, esperemos que ese espacio de libertad nos haga efectivamente más dichosos y no terminemos cinco horas más sentados frente al televisor.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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