Flach, la trágica historia del Titán porteño

25 de Junio 2023 Columnas

El jueves pasado, las autoridades de Estados Unidos confirmaron que los cinco tripulantes del submarino Titán, que se dedicaba a explorar los restos del Titanic, habrían fallecido producto de una implosión a 4 mil metros de profundidad. Un millonario británico, un buceador francés, el director de la compañía a cargo del viaje, más un paquistaní y su hijo fueron las víctimas de esta tragedia.

La historia del Titán nos transporta a Valparaíso en 1866, pocos meses después del bombardeo de España. Mientras el puerto intentaba recuperarse de esta acción abusiva, un alemán radicado en Chile, Karl Flach, dueño de una maestranza en El Almendral, diseñó el prototipo de una embarcación que se adelantaba a los sueños de Julio Verne.

El antecedente más cercano a un submarino se había desarrollado en Ecuador. “El Hipopótamo”, como fue bautizado, era una embarcación sumergible diseñada por el guayaquileño José Rodríguez Labandera. Un 18 de septiembre de 1838, un grupo de financistas y curiosos fueron testigos de cómo Rodríguez y un ayudante se hundían en esta precaria construcción de madera en el río Guayas. El viaje fue corto y no llegó a destino, pero quedó registrado en la historia como el primer viaje de un submarino en este lado del mundo.

No existen antecedentes para saber si Flach conoció a “El Hipopótamo” ni tampoco por qué se vino a Chile. Algunos dicen que su verdadero nombre era Gottfried Cornelius y que había escapado de Alemania por razones políticas.

Lo relevante es que, en respuesta al bloqueo español, diseñó y fabricó frente a la playa Las Torpederas, una nave de forma tubular que podía sumergirse en el agua. El buque cigarro, dice Piero Castagneto, poseía una torre para el comandante y un cañón en la proa como armamento. Tenía 12,5 metros de eslora y 2,5 de manga, se propulsaba gracias a dos hélices movidas por la fuerza de sus tripulantes a una velocidad de 2 a 3 nudos y tenía una autonomía de 8 horas.

Luego de una prueba exitosa, Karl Flach quiso hacer su estreno en sociedad frente al público porteño que lo miraba con algo de curiosidad, pero también sorna. Junto al alemán, se subieron a la nave 2 chilenos, 2 franceses, 5 alemanes y su hijo de tan solo 14 años. De no haber sido por la negativa de su esposa, habría llevado también a una de sus hijas.

El final de Flach fue tan trágico como el de Titán. El 3 de mayo de 1866, después de un par de pruebas exitosas, se hundió frente a la bahía de Valparaíso, pero nunca más volvió salir a flote.

De acuerdo con el relato de Castagneto, el alemán no pidió ni ayuda ni autorización a las autoridades de la Armada para hacer esta prueba. Es más, el capitán Galvarino Riveros aseguró que se encontró con el alemán días antes y que él negó tener una fecha para el lanzamiento, lo que acaba con el mito de que el presidente José Joaquín Pérez habría rechazado la invitación por miedo a que se “chingara”.

Al día siguiente, El Mercurio de Valparaíso confirmaba la mala noticia: “Ya está perdida toda esperanza: aquellos desgraciados han perecido víctima de su arrojo y falta de previsión”.

El 5 de mayo, el mismo medio recapitulaba y asumía que detrás de este experimento, más que vanidad o temeridad, estaba en juego la defensa de Chile. Por esto mismo, solicitaba una pensión para las familias de las víctimas: “Si estos desgraciados han sido sepultados en el fondo del mar, la memoria de su grande empresa no debe sepultarse en la defensa de los vivos”. El Estado, agregaba El Mercurio de Valparaíso, debía compensar a sus familias como se hace con los caídos en combate.

Al igual que el Titán, quedan las dudas de cómo fueron esas fatídicas horas de los tripulantes del Flach, la angustia del alemán por haber sumado a su hijo y del resto que vio como sus sueños de gloria quedaban, para siempre, hundidos en el fondo del mar.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

Redes Sociales

Instagram