¡Exijo respeto!

23 de Octubre 2022 Columnas

Las palabras del Presidente Gabriel Boric, en el encuentro de la Conapyme, cuando fue increpado por un asistente respecto del proceso constitucional, resonaron en todo el país. “¡Exijo respeto!”, dijo el mandatario, levantando la voz y denotando claramente su molestia.

En la práctica, la reunión con pequeños y medianos empresarios se había convertido en un “toreo” al jefe de Estado. Desde la entonación del himno de Carabineros hasta el enfático llamado del líder del gremio, Rafael Cumsille, a que se pararan quienes creían que era más importante terminar con la delincuencia que escribir una nueva Constitución. Como era esperable, todos los presentes, salvo Boric, se pusieron de pie. Porque la respuesta era tan obvia como si la pregunta hubiera sido ¿qué prefiere? ¿Salvarse del cáncer o vivir económicamente tranquilo?

La situación fue más una arenga –como las que ha realizado Cumsille en reiteradas ocasiones y distintos gobiernos- que otra cosa. Y Boric no se sintió cómodo, respondiendo fuertemente cuando uno de los presentes lo cuestionó respecto del proceso constituyente, como si no se pudiera caminar y mascar chicle al mismo tiempo. ¿Existe alguna contraposición entre trabajar una nueva Constitución y echar a andar una política pública potente que ayude a controlar la delincuencia? Obviamente no. Sería como decir que, si nos concentramos en mejorar la salud, no podemos preocuparnos de la educación. Irrisorio.

La exigencia de respeto a la audiencia habla de un mandatario que exige que se le trate como tal. El problema está en que la Presidencia hace mucho tiempo que ha ido perdiendo esa consideración casi aséptica que tenía antaño, por ejemplo, en la época de Ricardo Lagos y hacia atrás. Pero eso ha ido cambiando. Ya en el mandato de Sebastián Piñera en muchas ocasiones –en buen chileno- “se chacreó” la institución. En parte, por la tendencia al caudillismo que se ha ido instalando no solo en La Moneda, sino también en el Congreso (cómo olvidar a Pamela Jiles con capa como si volara por el hemiciclo), pero también por acción de los propios jefes de Estado.

Situaciones como las famosas “piñericosas” –para las cuales no bastaría esta página-, Bachelet enterándose “por la prensa” de la principal crisis de su gobierno y las salidas de libreto de Boric, subiéndose el cierre delante de las cámaras, marchando hacia el lado contrario o usando un zapato con la suela despegada en su visita a Estados Unidos, no ayudan precisamente a prestigiar una institucionalidad debilitada y con una aprobación que cada vez baja más. De hecho, en la Cadem de esta semana, el actual mandatario apareció con un 27% de valoración positiva. Y todavía le quedan tres años y medio en el cargo.

Entonces, cuando el Presidente exige respeto, aquello tiene que partir por casa y sumarse a las tareas propias de su mandato. Así como debe evitar que lo urgente se coma lo importante, ser capaz de controlar la delincuencia y revivir la economía, también tiene que -al mismo tiempo- mantener su apoyo al proceso constitucional, de manera de cumplir con una tarea que, contrario a lo que manifestaron los pequeños y medianos empresarios en la “encerrona” que le hicieron, sí ha sido una petición ciudadana desde el regreso a la democracia y en un plebiscito de entrada en el que el 80% lo manifestó así. Y, en paralelo, debe honrar nuevamente el sillón presidencial.

Aquello pasa también por asentar un relato nuevo, distinto al que tenía cuando era dirigente estudiantil o diputado, y que ha tendido a una moderación que le ha generado reacciones diversas, desde quienes no le creen, hasta los que lo tildan de amarillo. Ser oposición claramente es más fácil que ser gobierno.

Ese relato nuevo también le ha generado lo que diversos autores han denominado la soledad del poder. Su red de confianza ha ido decreciendo hasta quedar prácticamente reducida a la exconcertación. Sí, la misma de los 30 años que Boric tanto criticó como diputado. A ellos se agrega Camila Vallejos, que ha sido su principal escudera y la única representante del PC que no lo ha torpedeado constantemente, como sí lo ha hecho Daniel Jadue, convertido ya casi en caricatura más que en aporte.

El posicionamiento de este nuevo relato, la capacidad de hacerse cargo de lo urgente y, a la vez, de lo importante, y el “pulirse” como mandatario, prestigiando la institución, serán los elementos que finalmente determinarán ese respeto que exige Boric. En la medida que logre instalarse como el jefe de Estado que es, el resto de los poderes -incluyendo los fácticos- lo tratarán como debe ser y no como a un adolescente jugando en La Moneda.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

 

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