Evita Argentina

11 de Mayo 2019 Columnas

Esta semana se cumplieron 100 años desde que nació Eva María Duarte, la famosa Evita. Esta semana también Cristina Fernández, la “nueva Evita”, presentó su libro “Sinceramente”, en un auténtico acto de campaña. Una verdadera paradoja en un país que se prepara para una nueva tormenta.

Conversar de economía con argentinos (me tocó hacerlo hace pocos días) es como hablar de terremotos con los chilenos. Todos se acuerdan cuántas crisis han vivido, dónde estaban para cada una de ellas y los daños que sufrieron. La crisis del 58, bajo la presidencia de Arturo Frondizi; la del 62, con José María Guido; la del 75, con Isabelita Perón; la del 82, bajo la dictadura; la del 89, con Alfonsín, y la del 2001, con De la Rúa. Crisis tras crisis, y donde el dólar siempre se transforma en el protagonista amado, temido y odiado.

La sensación que se vive hoy en Argentina es que se avecina algo similar…

Y así, crisis tras crisis, Argentina —pese a sus riquezas naturales— se ha ido haciendo cada vez más pobre. Y la que fuera la estrella a principios de siglo XX, cuando nacía Eva Perón, hoy se ve ajada y angustiada. De tener un PIB per cápita similar al de Estados Unidos hace 100 años, hoy representa apenas un tercio. Y cuando hay que buscar al culpable, las miradas necesariamente apuntan a Perón… y a Evita.

No hay duda de que Argentina cuida y mitifica a sus próceres. A diferencia de Chile, donde el “chaqueteo” es una práctica habitual y donde los peros siempre le ganan a la obra (la Gabriel Mistral es fome; Neruda, comunista; Martín Vargas, flojo; el chino Ríos, maleducado, y O’Higgins no habría sido nada sin San Martín), en Argentina el ídolo es siempre ídolo. Maradona, Gardel, Fangio, Monzón, Cortázar, San Martín y la propia Evita. Eso explica las exultantes celebraciones de esta semana. Porque qué duda cabe: la ex primera dama es una leyenda.

La preocupación social de Evita fue indudable; también su lucha por la igualdad de sexos y por el voto femenino. Pero su figura además representa muchas sombras. Su frase más famosa “donde existe una necesidad, nace un derecho” representa bien el espíritu del peronismo que terminó arruinando a Argentina. Una sociedad donde hay muchos derechos sin ningún sentido de realidad.

Un ejemplo, de cientos, es que para inscribirse en una carrera en la Universidad de Buenos Aires, se requiere solamente estar vivo. Sí, así es. El único requisito para cursar medicina, por ejemplo, es tener signos vitales. Así, el año pasado se inscribieron 17 mil estudiantes en la facultad de Medicina. Sin ningún filtro, sin nada. Cada uno ejerciendo su derecho. Y como es obvio, muchos quedan en el camino (porque, al menos, el derecho a titularse todavía no está consagrado).

Otro ejemplo lo da José Luis Espert (candidato testimonial a las próximas elecciones argentinas) en su último libro, donde describe el desastre de uno de los orgullos nacionales argentinos: su industria automotriz. Ford, Chevrolet, Toyota, Peugeot y otras marcas “fabrican” en Argentina. El proteccionismo y los sindicatos del país han permitido mantener esas fuentes de trabajo sin que el capitalismo salvaje los destruya. El resultado: autos mucho más caros (y, probablemente, más malos), que deriva que en toda la industria automotriz se emplee un tercio de la gente que se emplea en Chile (donde, por el dinamismo del mercado, hay muchos más concesionarios y talleres).

Dos modelos que explican por qué un país tiene una curva hacia arriba y la otra hacia abajo. Donde se explica cómo las “conquistas sociales del peronismo”, creadas durante el primer gobierno de Perón, de la mano de Evita, no fueron más que dádivas de un gobierno “populista”.

“De 70 años de fiesta no se sale en tres”, suele decir Macri para justificar sus políticas económicas austeras, que según él buscan “ordenar al país”. Pero Macri en su gobierno solo ha bajado un poco la música en un país en el que nadie quiere terminar la fiesta.

El problema es que para un sector de la izquierda chilena —a diferencia de lo que fue la Concertación—, Argentina es un modelo de muchas cosas. No hay que olvidar que, pese a estar a mucha distancia, Bachelet II enfiló rumbo hacia Argentina (mientras ese país emprendía rumbo hacia Venezuela, y Venezuela hacia Cuba).

Francisco Antonio Encina hace 100 años estaba convencido de que Chile no prosperaba por culpa de que Argentina era “un árbol que nos hace sombra”. Hoy, Argentina tiene demasiadas ramas secas, le falta agua y le sobran pestes. Y, una vez más, el remedio puede ser peor que la enfermedad si Cristina Fernández —la nueva “Evita argentina”— se hace del poder, tal como muestran las encuestas. Pero a 100 años desde que nació Evita Perón, también es momento de sacar nuestras propias lecciones y decirles a muchos políticos chilenos de izquierda (y a no pocos de derecha): “evita Argentina”.

Publicada en El Mercurio.

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