Eternidad digital

16 de Octubre 2022 Columnas

Esta semana, el país vivirá una nueva conmemoración del estallido social del 18 de octubre de 2019. Aquello ha dado pie a que en estos días –y hace ya un buen tiempo- los cibernautas se dediquen a “recordar” mensajes difundidos por entonces manifestantes, hoy autoridades de gobierno, en los que cuestionaban el rol de Carabineros y, en varios de ellos, los insultaban. Lo anterior, en un contexto de acusaciones de violación a los derechos humanos por parte de la policía uniformada en el que casi 400 personas –según datos de atenciones en el Programa PIRO- terminaron con daño ocular producto del uso desmedido de la fuerza.

Pero quienes en ese entonces eran un ciudadano indignado más, hoy están en otra vereda. Y desde allí se han enfrentado a una complejidad que sus antecesores –al menos hasta los primeros gobiernos de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera- no tuvieron que vivir o si lo hicieron, fue con una intensidad muy distinta: la inmortalidad en redes sociales.

Aunque la generación que hoy ocupa los sillones de La Moneda no necesariamente son nativos digitales, dependiendo del autor que defina el término, sí están muy cerca de serlo. Gran parte de su vida ha transcurrido de manera pública a través de la interacción con la tecnología y las redes sociales, que se han transformado muchas veces en especies de diarios de vida públicos. Sus dichos, entonces, desde su juventud, han trascendido el paso de los años y no necesariamente han envejecido bien, en la mayor parte de los casos.

Así, esta semana la polémica estalló en torno a las palabras del director de Metro, que compartió en octubre de 2019 una publicación en Twitter donde apoyaba las manifestaciones en el tren subterráneo. “Evadir, no pagar, otra forma de luchar. #EvasiónMasiva”, decía.

Y no ha sido el único. El prontuario digital de los últimos meses golpeó también a la ministra Antonia Orellana, quien en la misma época afirmaba “no basta con la presentación de querellas caso a caso, así solo caerán los pacos rasos y no quienes comandan esta demencia. Además de los responsables políticos de Carabineros, sus generales tienen que pagar alguna vez y esa institución acabarse, fundirse, era. No tiene vuelta”.

Antes de eso, el actual titular de Economía, Nicolás Grau, había asegurado en 2013 que “habiendo tanto paco dispuesto a golpear, denigrar y humillar a los estudiantes, no le veo tanto sentido al mechoneo”, y en 2020 fue más allá: “Pacos criminales y asesinos. Espero que todos ustedes y sus jefes paguen alguna vez por todo el daño causado”, dijo.

Como olvidar a Nicolás Cataldo, subsecretario de Desarrollo Regional, que se quedó con los crespos hechos para ser nombrado en Interior durante el cambio de gabinete, luego de que las redes recordaran que, en 2011, posteó: “Carabineros torturadores, como los peores tiempos de dictadura!!!!!!”. Sí, los mismos con los cuales debía trabajar codo a codo si era nombrado en el cargo.

Pero, el pergamino de frases para el bronce no es patrimonio exclusivo de un sector político. Inolvidables los demenciales –y misóginos- tuits del diputado republicano Johannes Kaiser, que sin ningún nivel de humanidad acusaba a las mujeres violadas de ser cómplices del delito cuando no denunciaban rápidamente; ponía en duda el derecho a voto femenino, o incluso afirmaba en videos de Youtube que quienes abusaban de mujeres “feas” merecían “una medalla”, haciendo apología de la violencia de género.

Otro caso para enmarcar es el exrepublicano Gonzalo de la Carrera, quien ha hecho de las noticias falsas un continuo, llegando hasta a acusar a la actual ministra del Interior, Camila Vallejos, de defender la pedofilia. O en el colmo de los colmos, cuando en plena campaña por la nueva Constitución, publicó una imagen de personas visitando a sus familiares en el cementerio y posteó “el ApruEVO y el Servel Chile haciendo puerta a puerta”, en alusión a los deudos de víctimas de DD.HH. en dictadura, denigrando a una generación que, convengamos, harto ha sufrido ya.

El problema no es solamente la crítica, la desubicación, la falta de respeto o la carencia de humanidad. Sino que, además, las redes sociales nos transforman públicamente en inmortales. Aun cuando en la mayor parte de estos casos, los protagonistas han borrado las publicaciones, los pantallazos dan vueltas por el ciberespacio y se convierten en perpetuos. Sus palabras los condenan ad eternum, incluso si ya no los identifican, convirtiéndose en un fenómeno político nuevo del que es difícil escapar y que sus antecesores –sí, los mismos de los “30 años”- nunca tuvieron que enfrentar. Lo que antes era privado hoy se vuelve público y la memoria, antes muy corta, hoy, con un solo clic, tiene vida eterna.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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