Espacios públicos: entre la nostalgia, la rabia o una praxis posible

21 de Diciembre 2022 Columnas

En Cien Años de Soledad, novela cúlmine de Gabriel García Márquez, se habla de la nostalgia  como una trampa. Leemos sobre su personaje central, el coronel Aureliano Buendía: “Pensó confusamente, al fin capturado en una trampa de la nostalgia, que tal vez si….”.  Últimamente he leído en diversos medios periodísticos varias afirmaciones nostálgicas acerca de la actual condición de muchos de nuestros espacios públicos: determinados barrios, plazas o calles. Hoy, por ejemplo, aparece en este medio una columna nostálgica sobre la Calle Condell. Y no es que lo afirmado desde la nostalgia  no sea verdadero ni pertinente, pero es, tal como lo plantea Gabriel García Márquez en su novela, una trampa de la cual es difícil de salir.

La nostalgia afirma una pérdida, un antes y un después, lo que  nunca volverá. Y tal como le sucede al Coronel, pensamos confusamente, sumergidos en ese pasado que siempre fue mejor. ¿Qué otra posibilidad cabe que no sea la nostalgia? Nuestro Presidente afirmó hace poco que había que recuperar los espacios públicos. Reconociendo así que estos están siendo “tomados” y son inaccesibles para el ciudadano y sus familias. Demos un par de ejemplos: el cerro Santa Lucía en Santiago. Los pastos que dan a la calle moteados de personas ya sea durmiendo o “calando” las bancas con sus enseres personales, carpas por aquí y por allá.

Vamos a Viña del Mar. Salida del tradicional Cine Arte a las nueve de la noche: la rampa del banco cercano sitiado con personas instaladas con sacos de dormir y carritos. Ahora vamos a Valparaíso y al sector de la Plaza Echaurren: su plaza tomada por borrachos a la una de la tarde, en las esquinas un olor insoportable a amoníaco de orina humana, un hombre semidesnudo y a pata pelada deambulando, otro masturbándose tendido en el pasto. Mientras, colegiales toman una micro en la esquina y yo llevo a mi madre de 82 años a comprar en su querida e inolvidable “Bandera Azul”.

Y la nostalgia, siempre la nostalgia, esta vez desde la imagen fotográfica que mi madre me entrega de tres niñitos, ella y sus primos, sentados en un banco de la misma plaza Echaurren hace una pila de años. ¿Y de qué me sirve la nostalgia? He leído también numerosas “cartas al director” por el mismo tema pero desde la rabia. Y bien, un descargo, un desahogo a lo más que se ejerce con legitimidad hacia las indolentes autoridades de turno.

Pero ni la nostalgia ni la rabia nos devolverán nuestros espacios tomados. Lo único que cabe es cambiar rabia y nostalgia por una praxis concreta. Una praxis que vaya precedida de un claro diagnóstico de cómo hemos llegado a esta situación y luego una honesta puesta en práctica de acciones. Digo “honesta” porque sentir pena por las personas en situación de calle o con problemas diversos de salud mental es una cosa y otra es no hacer nada. ¿Cómo termino esta columna? ¿Con una frase esperanzadora? ¿Un llamado a las autoridades por milésima vez?

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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