En la Edad Media y durante el Renacimiento, antes de la irrupción de imprenta en los monasterios, los centros culturales que promovían la lectura contaban con los amanuenses, personas que reproducían por escrito textos o aquello que un autor les dictaba para difundir y conservar los registros de época. La transmisión del conocimiento era su propósito.
Han pasado siglos. Hoy, escribir a mano es una práctica relegada, fenómeno que se agudizó específicamente durante la pandemia. Tuvimos que utilizar pantallas y teclados para estudiar, trabajar o hacer trámites. Los cuadernos de caligrafía y las tareas de copias fueron un trabajo dificultoso para menores que cursaban primero y segundo básico, lo que hasta hoy ha impactado en los procesos de aprendizaje.
La situación se ha normalizado y hemos vuelto paulatinamente a retomar tareas en presencialidad. En el área educativa, muchos se cuestionan volver a utilizar el lápiz. Sería volver atrás… un retroceso. ¿Realmente es así?
Una investigación realizada por los psicólogos Pam A. Mueller de Princeton y Daniel M. Oppenheimer de la Universidad de California en Los Ángeles, concluyeron que, al escribir a mano, el estudiante procesa los contenidos de una clase y los replantea, es decir, implica un proceso de reflexión y manipulación que involucra a una mejor comprensión y codificación de la memoria.
Las más recientes investigaciones en neurociencia han develado la importancia que significa la escritura a mano, sobre todo, a nivel cognitivo. El desarrollo de la habilidad de escritura permite que una serie de estructuras cerebrales sean utilizadas, ya que se permite que estas funcionen de manera conjunta y coordinada, en especial, aquellas que se vinculan al pensamiento, al lenguaje y a la memoria. El acto de escribir se asocia a la coordinación hemisférica (integración de movimiento, tacto e ideas) para luego plasmarse en un soporte físico Ello se relaciona de manera directa al aprendizaje. El sistema neuroescritural es complejo y multicomponente, implica la activación de diversas áreas cerebrales y su coordinación. Stanislas Dehaene, director de la Unidad de Neuroimagen Cognitiva de la organización francesa INSERM-CEA, señala que, al escribir, se activa automáticamente un circuito neuronal.
La importancia de escribir a mano es crucial no solo en la niñez, cuando se está desarrollando en potencia la capacidad cerebral, sino que también en la adultez. Se activan procesos a nivel cerebral que permiten mantener a las neuronas “trabajando”. La escritura a mano ayuda a nuestro cerebro y activa nuestra capacidad motora.
El ejercicio manuscrito implica múltiples beneficios, entre ellos, el aprendizaje, la memoria y la concentración; el combate al deterioro cognitivo, el favorecimiento de la creatividad y el pensamiento crítico.
Cuando pensábamos que la todo giraba en torno a la tecnología, recordamos a los amanuenses y el valor incalculable de un trabajo altamente enriquecedor.
Publicada en El Mercurio de Valparaíso.