El último tramo

7 de Febrero 2021 Columnas

“Epopeya” la llamó el ministro de salud y, en sus primeros días, parece serlo: medio millón de chilenos, la mayoría de la tercera edad, han iniciado el camino de la vacunación, el único que a mediano plazo permitirá dejar la pandemia definitivamente atrás. En tiempos normales, un gobierno con la capacidad de organizar una logística de esta envergadura terminaría en las nubes, pero no estamos en tiempos normales. Al contrario, el grado de deterioro social y político en que nos encontramos, el estado de ánimo y la salud mental del Chile de hoy, conspiran para que la significación de este esfuerzo histórico pueda ser algún día reconocido.

Es cierto: no es descartable que, de continuar en las próximas semanas y meses con una inoculación exitosa, los números de La Moneda mejoren, pero contra ello atenta el contexto; quién de sus opositores estaría dispuesto a adjudicarle al Ejecutivo un logro de esta relevancia en un año repleto de procesos electorales, donde, entre otras cosas, se juega el destino del próximo gobierno y el de una nueva Constitución.

Pudo ser una fatídica coincidencia, pero sin duda revela algo de fondo; la misma semana en que la autoridad exhibe un impresionante inicio de las vacunaciones, recrudecen problemas a estas alturas estructurales: la inmigración ilegal por la frontera norte genera una minicrisis humanitaria, la violencia asociada a la causa mapuche muestra su interminable rostro de fuego y un nuevo caso de abuso policial termina con un joven fallecido, dando paso a una escalada de destrucción. Para que no olvidemos la magnitud de los problemas que enfrenta el país.

En resumen, son demasiadas las cosas que estarán en juego durante este año, como para que el cuadro político pueda cambiar radicalmente, incluso con una clara mejora en materia sanitaria y sus obvios efectos en la economía. Que el gobierno pueda mover hoy la aguja de su enorme rechazo resulta casi tan difícil como que la oposición quiera contribuir a un cambio en el estado de ánimo durante este año electoralmente decisivo. Y, a pesar de todo, es innegable que empezar a dejar atrás el túnel oscuro de la pandemia tendrá alcances a nivel político, económico y anímico, por más que el gobierno no sepa capitalizarlo y la oposición busque desconocerlo.

El último año de Sebastián Piñera va a dejar una herencia perdurable no solo porque será el período en que la pandemia y la recesión económica empiezan a quedar atrás. También, porque será el momento en que la nueva Constitución se juega su viabilidad y su destino, cuando oficialismo y oposición concursarán por todos los espacios de poder relevantes y donde, finalmente, el país optará por el camino que quiere transitar en el próximo ciclo histórico.

Tiempo de contrastes, de un precario e incierto equilibrio entre esperanza y desazón, como el que los acontecimientos de esta semana volvieron a dejar a flor de piel.

Publicada en La Tercera.

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