El último aire

12 de Diciembre 2021 Columnas

Con algo de bombo, pero probablemente mucho menos del que se habría esperado, esta semana se conocieron dos hitos en la política nacional y en el camino para que Chile se convierta en un país más justo, más democrático y menos desigual.

Pero, pese a tratarse de iniciativas históricas, lo cierto es que el momento en el que lograron salir del horno, no fue el más adecuado, considerando que estamos inmersos en la elección presidencial probablemente más polarizada desde el regreso a la democracia y que solo falta una semana para la segunda vuelta.

Aquello no fue obstáculo, en todo caso, para que el Congreso despachara y el Presidente Sebastián Piñera promulgara la Ley de Matrimonio Igualitario. Se trataba de una iniciativa largamente exigida por las diversidades sexuales y por la ciudadanía en general, pero a la que le costó más de cuatro años ver la luz. De hecho, el proyecto fue presentado al final del gobierno de Michelle Bachelet, pero fue recién cuando el actual Mandatario decidió ponerle urgencia, en junio de este año, que comenzó realmente a caminar en el Parlamento.

Para los chilenos era un proyecto relevante. De hecho, a mitad de año, una encuesta CADEM revelaba que el 74% de los consultados estaba a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo y más de un 65% afirmaba concordar también con la adopción homoparental. De ellos, un 65% y un 58%, respectivamente, eran personas que se identificaban con la derecha o con la centroderecha, contrario a lo que ha planteado urbi et orbe el abanderado de este sector, José Antonio Kast.

Pero a partir de esos números, queda claro que el matrimonio igualitario es una buena noticia para Chile. Se trata del reconocimiento legal de la dignidad de quienes quieren formar una familia diversa, basada en el amor y en el cuidado, pero con los mismos derechos de todos. Hoy tenemos un país un poco más igual y más justo.

En la misma línea, el anuncio del Presidente Piñera esta semana del envío al Congreso de una Pensión Garantizada Universal (PGU) para los adultos mayores -la que llegará a $ 185 mil mensuales y se sumará a la jubilación que ya reciben- es un gran paso adelante para un segmento de la población que quizás es el más olvidado en las políticas públicas.

De acuerdo a datos del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), la población de 60 años y más en Chile es de casi 4 millones de personas y se estima que para el 2050 más de un 30% de los chilenos pertenezcan a este grupo etario. Y uno de los mayores problemas para este segmento radica precisamente en la falta de ingresos. De hecho, según un estudio de la Universidad del Desarrollo, la pobreza en ese grupo ha aumentado en 37,7% entre 2017 y 2021, además de ser los más golpeados por la pandemia, tanto en términos de salud como de empleo.

A eso se suma un diagnóstico compartido por todos –incluidos ambos candidatos a la presidencia, Kast como Gabriel Boric-, pero para el que todavía no hay solución: el sistema de pensiones actual no está dando el ancho y la capitalización individual no está siendo suficiente para financiar la vejez. Además, tal como alertó esta semana la OCDE, los tres retiros de fondos de AFP para paliar la crisis económica producto de la pandemia no harán otra cosa que aumentar la brecha y disminuir las posibilidades de una jubilación digna.

En este escenario, el anuncio del Presidente Piñera es una buena noticia para nuestros adultos mayores. Pero también para el conjunto de la sociedad, para todos aquellos que se manifestaron por un país más justo y equitativo, en el que la tercera edad no ha tenido cabida durante las últimas décadas.

Pero pese a que ambos hitos son extremadamente relevantes para el país, no necesariamente lo serán para Sebastián Piñera y su gobierno. Si bien forman parte del legado que el Mandatario pretende dejar, lo cierto es que el momento en el que se materializan –a solo una semana de la segunda vuelta- significó que fueran rápidamente invisibilizados y que, además, en el caso del matrimonio igualitario, le generara un nuevo quiebre con los sectores más conservadores, que ya en el pasado le han recriminado su apoyo al Acuerdo de Unión Civil, por dar un ejemplo.

En un gobierno marcado por la crisis social, económica y sanitaria, lo cierto es que la historia recordará a Piñera probablemente por ser uno de los gobiernos más difíciles desde el regreso de la democracia y claramente el peor evaluado hasta ahora por la ciudadanía. Esta última bocanada de aire, a solo tres meses de dejar La Moneda, en realidad viene a ser algo así como la mejoría antes de la muerte.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso,

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