El tío en la sobremesa dominical

24 de Julio 2017 Columnas

La abstención del diputado DC Marcelo Chávez en la votación del proyecto que despenaliza el aborto en tres causales aguó la fiesta del oficialismo, pero también de más del 70% de los chilenos que apoya la moción.

Parece una historia de nunca acabar. Cuando se pensó que finalmente estaban los votos, el representante de Tomé declaró sorpresivamente no haber llegado a la convicción necesaria para votar a favor. Hasta aquí, todo en regla.

Nadie espera que los legisladores voten contra su conciencia. La pregunta que corresponde es por qué Marcelo Chávez hizo campaña prometiendo “un diputado para Bachelet”, entendiendo que este proyecto es emblemático para la presidenta. En ese sentido, lo de Chávez ha sido presentado como una traición. Es una acusación que no soporta en soledad: en reiteradas ocasiones los parlamentarios de la DC han sido recriminados por lo mismo. Felices se subieron al carro de la victoria bacheletista, pero en el ejercicio de sus cargos no han tenido problemas en actuar contra sus propuestas.

Sería injusto, en todo caso, echarle toda la culpa a la DC. La derecha votó en bloque contra el proyecto. Confirma lo que ya sabemos: no hay sector liberal entre sus filas. La senadora Lily Pérez expresó bien esa sensibilidad en su voto favorable, tal como lo hizo hace veinte años cuando fue la única de la derecha que votó a favor de despenalizar la sodomía. Tiene todo sentido que ya no pertenezca a esa coalición.

Aunque el proyecto es modesto en su alcance y apenas pone a Chile en el piso de los países civilizados en materia de derechos de la mujer, los congresistas de la UDI y RN en pleno lo rechazaron. Ese es el perfil de la coalición que acompañará a Piñera si gana en noviembre: sin matices, monolíticamente conservadora.

El ex presidente entiende que esto es problemático y por eso le hizo quite al debate. Uno puede estar en contra del aborto, pero varios de los argumentos expresados por sus congresistas rayan en la caricatura. No es necesario que nuestros representantes sean unas lumbreras, pero tampoco es grato constatar que no son mejores que el clásico tío en la sobremesa dominical, que con un par de copas de más frunce el ceño y con la seguridad que invade a los intelectos poco reflexivos se lanza a proferir disparates para llamar la atención. Ni hablar de ofrecer razones públicas: parte de esta derecha todavía legisla con la biblia en mano y cree que en aquello no hay inconveniente cívico. Sería preocupante que Piñera argumentara de igual modo.

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