El problema de la excepción

31 de Agosto 2023 Columnas

Son notables las declaraciones del ministro de educación Nicolas Cataldo. Las acciones contra las instalaciones del Metro que ayer eran correctas, hoy no lo son. ¿Por qué este cambio radical evaluativo en tan poco tiempo?

El ministro da dos razones. Primero, los “contextos son muy distintos”. Segundo, lo relevante es que “aprendamos la lección”.

Note que estas razones se oponen. Si lo relevante es el cambio de contexto, entonces se trata de un mismo principio que, aplicado en circunstancias diferentes, genera juicios diferentes. Pero si es así, el aprendizaje sería irrelevante. Por el contrario, si se trata de un aprendizaje, que nos lleva a modificar reflexivamente el principio de lo correcto, entonces el cambio de contexto es irrelevante.

¿Cuál es entonces la razón a la base del cambio de evaluación?

No puede ser la del contexto. Antes del estallido Chile era un Estado de derecho, una democracia constitucional con un Presidente electo por votación popular, y también lo es ahora. Las “causas” que muchos aducen para explicar y “justificar” (un error intelectual mayor: causas explican, no justifican) el estallido, como la desigualdad, acceso a la salud, pensiones, etcétera, siguen hoy tan presentes como ayer. Y la salida “constitucional” (la promesa redentora de tantos cristianos secularizados) ahora controlada por Republicanos, no anuncia que, parafraseando la canción, “será mejor, la vida que vendrá”.

¿Será entonces aprendizaje moral sobre principios? El aprendizaje moral es siempre bienvenido. Lo lamentable es que, si esta hipótesis es correcta, significa que hasta hace poco (antes de aprender) el ministro consideraba legítimo acabar con un Presidente democráticamente electo mediante mecanismos de presión no institucionales (“la calle”, como a menudo indica su partido); es decir, desestimaba la democracia como institución para reglar la vida en común. Pero sería la mejor opción. Después de todo, desde el retorno a la democracia nunca hubo un esfuerzo tan decidido por quebrar el régimen democrático como durante el estallido por muchos de los que están hoy en el poder (de hecho, visto así, no sería mala idea que ellos suscribieran el compromiso por la democracia que pregonan).

Pero es una opción improbable. El Partido Comunista es insurreccional (lo que no debería ser ni un insulto ni una novedad para cualquiera familiarizado con la doctrina), es decir, hay un aprecio instrumental por la democracia (la de verdad, que es la burguesa –si no lo cree, pregúntele a un cubano). Más probable es que sea el contexto el que cambió, pero en un sentido diferente: los que antes eran oposición ahora son gobierno, y así, parafraseando a Kant, se toman la libertad de hacer una excepción en provecho de su inclinación. Por cierto, la política no debe confundirse con la moral. Pero algo de moral no le vendría mal.

Publicada en La Tercera.

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