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El Presidente y los diarios

¡El Presidente casi no lee diarios! Seguramente es un buen representante de la media de su generación. Pero yo esperaría que estuviera bastante sobre esa media.
Daniel Loewe

Daniel Loewe

PhD en Filosofía
  • PhD in Political and Moral Philosophy, Eberhard Karls Universität Tübingen, Alemania, 2001.
  • Licenciado en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1994.

Sus áreas de especialización son filosofía política, filosofía moral y ética, con especial énfasis en teorías igualitarias, multiculturalismo, teorías liberales, ética de los animales, ética del medioambiente y teorías de justicia internacional. Junto al desarrollo de numerosos proyectos de investigación s...

En el Encuentro Anual de la Industria el presidente Boric declaró que: “Tenemos muchas buenas noticias que dar. Cuando leo los titulares de los diarios (…), en verdad leo poco los diarios a estas alturas, pero es impresionante el afán por preferir las malas (noticias). Yo no sé cómo quienes siguen leyendo El Mercurio, La Tercera, La Segunda, quedan con su corazón después, porque, en verdad, es como si viviéramos en un país infernal. Y no estamos en eso.” Parece una declaración trivial. Pero la trivialidad esconde y revela profundidades.

La primera es la pobreza franciscana de sus reflexiones. Puede no ser importante, después de todo, ¿quién no lo ha escuchado en una sobremesa? Digamos que lo acerca simpatéticamente al “hombre común”. La segunda es la sensación de carencia emocional y pretensión de reconocimiento que expresa: “Tenemos muchas buenas noticias que dar” y los periódicos “prefieren las malas”. Asemeja la queja del adolescente que busca su lugar en el mundo, pero no lo dejan. ¿Tan necesitado está emocionalmente nuestro presidente? ¿Efectivamente resiente que los periódicos no celebren sus hazañas? La tercera es el desconocimiento del funcionamiento de los medios. No es solo que “no news is good news”, de modo que se suelen publicar las malas (que son, además, las que más recordamos); sino su pretensión entre ingenua y buenista de que la prensa está para reconocer lo bueno que haya hecho. La cuarta es su desconexión con el sentir de la población del país que gobierna. Según todas las encuestas la mayor preocupación ciudadana es la criminalidad y la delincuencia, y luego la situación económica. El “país infernal” al que refiere se parece bastante al que vivencian día a día muchos ciudadanos con miedo y temor. Es del “corazón” de ellos del que debería preocuparse.

Pero también revela algo muy preocupante: la pretensión de dictar a la prensa cómo hacer su trabajo. Conocidamente el Presidente se complica con la prensa. Ya en la campaña retó y trató de irresponsable a un periodista porque no le gustó la pregunta. Y en el cargo ha retado y les ha hecho ley del hielo a los que cubren La Moneda. Y es que la democracia no puede subsistir sin libertad de prensa, ¡justamente para que la prensa no tenga que celebrar al gobierno! Así surge una sexta revelación: el Presidente no toma el peso a las responsabilidades extraordinarias de su cargo. Yo puedo criticar a la prensa cómo me venga en gana, porque no tengo poder. Pero él es la persona con más poder del país, y este poder público implica siempre amenazas y por ello –Spiderman mediante– exige responsabilidad de estadista.

Pero es una séptima revelación la que me anonada: ¡el Presidente casi no lee diarios! Seguramente es un buen representante de la media de su generación. Pero yo esperaría que estuviera bastante sobre esa media.

Publicada en La Segunda.

El Presidente y los diarios

¡El Presidente casi no lee diarios! Seguramente es un buen representante de la media de su generación. Pero yo esperaría que estuviera bastante sobre esa media.

En el Encuentro Anual de la Industria el presidente Boric declaró que: “Tenemos muchas buenas noticias que dar. Cuando leo los titulares de los diarios (…), en verdad leo poco los diarios a estas alturas, pero es impresionante el afán por preferir las malas (noticias). Yo no sé cómo quienes siguen leyendo El Mercurio, La Tercera, La Segunda, quedan con su corazón después, porque, en verdad, es como si viviéramos en un país infernal. Y no estamos en eso.” Parece una declaración trivial. Pero la trivialidad esconde y revela profundidades.

La primera es la pobreza franciscana de sus reflexiones. Puede no ser importante, después de todo, ¿quién no lo ha escuchado en una sobremesa? Digamos que lo acerca simpatéticamente al “hombre común”. La segunda es la sensación de carencia emocional y pretensión de reconocimiento que expresa: “Tenemos muchas buenas noticias que dar” y los periódicos “prefieren las malas”. Asemeja la queja del adolescente que busca su lugar en el mundo, pero no lo dejan. ¿Tan necesitado está emocionalmente nuestro presidente? ¿Efectivamente resiente que los periódicos no celebren sus hazañas? La tercera es el desconocimiento del funcionamiento de los medios. No es solo que “no news is good news”, de modo que se suelen publicar las malas (que son, además, las que más recordamos); sino su pretensión entre ingenua y buenista de que la prensa está para reconocer lo bueno que haya hecho. La cuarta es su desconexión con el sentir de la población del país que gobierna. Según todas las encuestas la mayor preocupación ciudadana es la criminalidad y la delincuencia, y luego la situación económica. El “país infernal” al que refiere se parece bastante al que vivencian día a día muchos ciudadanos con miedo y temor. Es del “corazón” de ellos del que debería preocuparse.

Pero también revela algo muy preocupante: la pretensión de dictar a la prensa cómo hacer su trabajo. Conocidamente el Presidente se complica con la prensa. Ya en la campaña retó y trató de irresponsable a un periodista porque no le gustó la pregunta. Y en el cargo ha retado y les ha hecho ley del hielo a los que cubren La Moneda. Y es que la democracia no puede subsistir sin libertad de prensa, ¡justamente para que la prensa no tenga que celebrar al gobierno! Así surge una sexta revelación: el Presidente no toma el peso a las responsabilidades extraordinarias de su cargo. Yo puedo criticar a la prensa cómo me venga en gana, porque no tengo poder. Pero él es la persona con más poder del país, y este poder público implica siempre amenazas y por ello –Spiderman mediante– exige responsabilidad de estadista.

Pero es una séptima revelación la que me anonada: ¡el Presidente casi no lee diarios! Seguramente es un buen representante de la media de su generación. Pero yo esperaría que estuviera bastante sobre esa media.

Publicada en La Segunda.