El pasado no nos curará mágicamente

10 de Agosto 2023 Columnas

¿Alguna vez han participado de algún ritual mágico? Aquellos que asocian la magia exclusivamente a fantasías infantiles y supercherías premodernas harían bien en no precipitarse en su respuesta. Ojo con los reduccionismos. Como lo ha subrayado el antropólogo Michael Taussig, la magia constituye una dimensión primordial de la experiencia humana aún en la actualidad. Al fin y al cabo, lo mágico hace referencia a nuestras tentativas de alterar los fenómenos naturales o sociales que nos afectan por medio de símbolos, actos o palabras a los que atribuimos poderes especiales. Cualquiera que preste un poco de atención a la sociedad contemporánea no tardará en toparse con sesiones de espiritismo, males de ojo y adivinaciones de teletienda. De hecho, es fácil identificar un conjunto de ritos de tipo mágico que están particularmente vigentes en lo concerniente a nuestra vida colectiva: aquellos vinculados a la Memoria Histórica.

Hoy en día, los países democráticos del globo -convenientemente pastoreados por los Estándares de Memoria aprobados por la Asamblea General de la ONU en 2014- comparten la convicción de que la correcta invocación ceremonial de las víctimas de un pasado traumático está dotada de un prodigioso poder reparador. Desde mediados de los años 70 han sido muchas las instituciones transnacionales, los partidos políticos y los movimientos sociales que han aseverado que una memoria histórica “apropiada” y moralizada puede lograr que las sociedades inmersas en el postconflicto neutralicen sus divisiones y alcancen la armonía. ​Tamaña convicción ha conducido a una estandarización global de la memoria de las víctimas. La misma promueve toda una batería de prácticas de remembranza que han sido religiosamente aplicadas por varios Estados americanos, europeos y africanos: monumentos, museos, ceremonias conmemorativas, rituales de arrepentimiento, procesos de justicia transicional, comisiones de la verdad y reparaciones.

Pues bien, en un libro reciente, la socióloga Lea David se dedica a analizar detenidamente el resultado que han arrojado estas hechicerías de la memoria en las últimas décadas. Nos demuestra dos cosas. En primer lugar, que los encantamientos sanadores de la memoria no se sostienen en ningún criterio empírico. Por el contrario, tienden a fundamentarse en una simplificación del pasado que consiste en identificar unívocamente a víctimas y perpetradores. En segundo lugar, David nos demuestra que la remembranza moral del pasado tiende a ser instrumentalizada por grupos de interés y proyectos ideológicos, reforzando las identidades herméticas, la polarización y la reproducción de las tensiones que busca combatir. Las sociedades contemporáneas seguimos necesitando de la magia, pero la magia de las memorias unilineales se ha revelado dañina. ¿Por qué no sustituirla por la alquimia del diálogo racional y por la búsqueda consensuada de la verdad histórica?

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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