El partido de Kast

8 de Junio 2019 Columnas

Se acaba la cuenta regresiva: José Antonio Kast lanzará el lunes su partido político. Manteniendo su nombre “republicano”, ahora como partido, y probablemente conservando el símbolo de la antorcha que, junto con el águila, ha sido tantas veces emblema del fascismo.

José Antonio Kast se suma así a los vientos imperantes en el mundo. Derechas que quieren ser derechas y derechistas que quieren salir del clóset.

Lo que ha ocurrido en los últimos años en el mundo con el sector es el mismo proceso, pero algo más tardío, de lo que ha sucedido en la izquierda en la última década.

En efecto, la caída de la socialdemocracia —especialmente en Europa— estuvo acompañada de partidos de izquierda o facciones al interior de ella que desdeñaban de esa izquierda demasiado amiga de los mercados, demasiado moderada o demasiado liberal. Ocurrió en España con Podemos, ocurrió en Francia con Melenchon, ocurrió en Inglaterra con Corbyn, incluso ocurrió en Estados Unidos con Sanders. La irrupción de una izquierda que consideraba que la mano de Adam Smith había sustituido el clásico puño en alto, símbolo del sector.

Pero tal como parte de la izquierda se aburrió de los consensos, del centro y de la moderación, los vientos de la derecha también se han intensificado, pero en la dirección opuesta. El mundo comienza a ver perplejo cómo suman y suman votos sectores que parecían que nunca más estarían en la escena electoral. En una mezcla de ultraconservadurismos, populismos, nacionalismos, autoritarismos y antiliberalismos. En algunos casos se dan juntos, en otros de forma parcial. Pero en todos ellos se considera que la “centroderecha” (como se autodenominó en los 90) había sido timorata, y había arriado las banderas del sector. Primero fue el Tea Party y luego Trump en Estados Unidos, Salvini en Italia, Le Pen en Francia, Bolsonaro en Brasil, AfD en Alemania y la última novedad: VOX en España.

Es cierto que José Antonio Kast se parece más a unos que otros, pero representa en el fondo el mismo fenómeno: la derecha-derecha.

Así, casi sin darnos cuenta, se nos fue la época en que casi no había diferencias entre Tony Blair y Cameron, entre Felipe González y Aznar, entre Obama y Bush, entre Piñera y Lagos. Se acabó lo que Fukuyama catalogó como fin de la historia. Hoy las posiciones han vuelto a extremarse. Como, por lo demás, había sido casi siempre y como lo seguirá siendo en el futuro.

El fenómeno de José Antonio Kast, por lo tanto, no es más que una demostración más de que la globalización llegó a la política, aunque llega con una franquicia a la que ha descafeinado un poco y le ha agregado palta y merquén. Pero es más o menos igual al resto. Trata a la derecha existente como derecha light, considera que se han entregado las banderas del sector, declama contra el matrimonio homosexual, el aborto y la identidad de género, considera que hay que armar a los ciudadanos honestos y dice representar el “sentido común”. Para peor, enaltece la figura de Pinochet.

Es cierto, la versión local de la “nueva derecha” pudo haber sido peor. O lo podrá ser en el futuro. Más xenófoba, más populista o más odiosa. Mal que mal, más atrás del personaje y de sus posturas, JAK es una persona honorable y hasta simpática. Pero sus efectos pueden ser desastrosos. Especialmente para Chile Vamos.

La existencia del partido de Kast le hará a Chile Vamos el mismo daño que el Partido Comunista a la centroizquierda: lo complicará y serán muchos votantes de centro que por el solo pensar que está Kast en la coalición, se le imposibilitará su voto. La existencia del PC en la ex Nueva Mayoría hizo que muchos cruzaran el río. La existencia de Kast en Chile Vamos haría que sean muchos los que se devuelvan.

Hay además un evidente problema electoral. Si el nuevo Partido Republicano va por fuera, amenaza con perjudicar muchas candidaturas de Chile Vamos. Si va por dentro, la coalición necesariamente se derechiza, convive con quienes tienen visiones retrógradas y quienes ensalzan a la dictadura. Así, el nuevo Partido Republicano será para Chile Vamos como el cuchillo de Rubén Darío: “Si me lo quitas, me muero; si me lo dejas, me matas”.

Pero hay un efecto adicional, que ha ocurrido en todo el mundo con estos partidos extremos. Y es aquel que permite desatar los espíritus animales. Permite correr el cerco, permite desempolvar las fotos de Pinochet, permite dejar al lado lo políticamente correcto. Permite decir cosas que ya no se decían, permite enarbolar los viejos estandartes. Y eso necesariamente crispará la convivencia política.

Una parte importante de la derecha chilena se identifica con Kast. Por de pronto, el 8% que ya votó, pero a ello se suma un porcentaje importante que votó por Piñera con el corazón en Kast, privilegiando el voto útil por temor a la izquierda. Así, el Partido Republicano llegó para quedarse y la antorcha se encenderá el lunes. El peligro está en que se incendie la pradera, y que el primer damnificado sea Chile Vamos.

Publicada en El Mercurio.

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