El mensaje presidencial que viene

25 de Mayo 2019 Columnas

Piñera se volverá a colocar la banda. Ya no en la mañana de un 21 de mayo, como era frecuente, sino que en una fría noche de un sábado de junio. Las habituales protestas, que obligaban a los canales de televisión a dividir la pantalla en dos para transmitir también los disturbios, serán reemplazadas por una densa vaguada costera.

Sin embargo, hay cosas que no cambiarán. El rito de la salida —donde los oficialistas hablan del “macizo mensaje presidencial” y donde los opositores valoran dos cosas, pero critican fuertemente “que el Presidente no se haga cargo de los problemas del país”— seguirá tal cual. Un ritual conocido, tal como ocurre con esas obras en las que la actuación de cada personaje es predecible.

En cualquier caso, la cuenta presidencial siempre es una oportunidad de mover un poco la agenda. De sacudir el árbol. Y en este caso lo es para Piñera. Mal que mal, la agenda se ha ido desdibujando y el error de manejo del “caso hijos” le está abriendo una herida que no se ha podido cerrar. Los múltiples paquetes de anuncios en distintas cosas tampoco han ayudado, porque es sabido que cuando hay algo contundente el anuncio nunca va a acompañado.

Al Gobierno le queda menos de un año con posibilidad de hacer cosas, porque en octubre del próximo año vienen las elecciones municipales y de gobernadores que desbarajustarán todo. Así, queda cada vez menos tiempo. Pero todavía queda.

Y si bien hay riesgos, también hay oportunidades.

El riesgo interno está relacionado con la popularidad presidencial. De acuerdo a la encuesta Cadem, esta se encuentra en el 34%, acercándose a la línea roja que marca el 30%. Paradójicamente —y lo vimos en el gobierno de Bachelet II— el 30% es clave, ya que es la cifra que abre la puerta del desembarco de los oficialistas. Es en ese momento en el que los gobiernos empiezan a transformarse en una mochila para quienes tienen pretensiones electorales. Es el momento en que se activan los desmarcajes, aparecen los díscolos y la silla presidencial se empieza a quedar sola. Piñera todavía está a una distancia de aquello, pero la luz de la reserva se le acaba de encender.

El otro riesgo está en la reforma previsional. Ahí estará el centro de todo. Cuando el culpable de la baja pensión es el Estado, la responsabilidad se diluye. Con un sistema de capitalización individual, el responsable tiene rostro de AFP. De nada sirven los argumentos técnicos. Así, el Gobierno se juega en las pensiones prácticamente su futuro, ya que cualquier guiño a las AFP puede activar “la calle”.

La gran oportunidad para el Gobierno se llama Democracia Cristiana. Este partido necesariamente seguirá siendo un factor de división de la oposición. Una DC cuadrada con el PC y el Frente Amplio está condenada a la desaparición, por lo que mantener su bisexualidad política es su única forma de subsistir. Es ahí donde el Gobierno tiene que seguir jugando, para que ese conflicto se mantenga y para conseguir los votos necesarios cuando pueda y donde pueda.

Pero la pregunta de fondo que tiene que hacerse el Gobierno de cara al mensaje presidencial es cuál es la etiqueta que enmarca su mandato. ¿Para que gobierna? ¿Cómo quiere que lo recuerden? No se trata, como creen algunos, de que hay que desempolvar a Mario Góngora para construir un relato sentado en un Starbucks.

El relato de un gobierno de centroderecha surge espontáneamente y —querámoslo o no— mezcla las variables económicas y de eficiencia con el lema de la bandera brasileña (orden y progreso). El resto solo ornamenta.

Y la pregunta que queda es cuánto de aquello se ha logrado construir. Y ahí el Gobierno está a medio camino. Hay evidentemente un cambio en las condiciones económicas y en los criterios de eficiencia, pero falta un empaquetamiento mejor, además de evidenciar un cierto agotamiento del manejo político.

Así, en momentos en que el Presidente empieza escribir el discurso, debiera existir una rúbrica que la ordene. Y quizá es el mejor momento de volver a recordar la frase atribuida a Mies van der Rohe: “Menos es más”.

Publicada en El Mercurio.

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