El doble filo de la ciencia

6 de Marzo 2022 Columnas

A inicios del siglo XX, los avances de la ciencia parecían no tener límites. Algunos inventos, como el aeroplano de los hermanos Wright, eran una demostración de la capacidad del ser humano para controlar la naturaleza. Por esta misma razón, no resultaba extraño que muchos observaran la historia como una constante progresión.
Sin embargo, los avances en la medicina, la física y la química se confrontaban con los intereses políticos, económicos e ideológicos de las grandes potencias. En este contexto y con el supuesto de que tarde o temprano Francia intentaría recuperar Alsacia y Lorena perdidas en la guerra franco-prusiana de 1870, el oficial alemán Alfred von Shlieffen diseñó un plan para derrotar a los franceses en 1906.
La guerra, tal como la pensó Schlieffen, sería corta. A los pocos días estarían en París firmando la paz para luego concentrarse en el frente oriental donde los esperaban los rusos, aliados de los galos.
La chispa que encendió el polvorín ocurrió a más de 1500 kilómetros de la capital francesa, en Sarajevo, un 28 de junio de 1914. Ese día, un anarquista mató al heredero del imperio austro-húngaro, activando una red de alianzas que había mantenido el equilibrio en Europa desde 1871.
Sin embargo, son tantas las variables que están en juego en una guerra, que cualquier planificación, por minuciosa que sea, puede dejar fuera de la ecuación algunos factores y derivar en un completo fracaso. Por ejemplo, ¿imaginó el presidente ruso Vladímir Putin que su par de Ucrania, Volodímir Zelenski, el actor cómico que saltó a la fama por una serie de televisión se transformaría en un líder militar?
Volviendo a 1914, los franceses, que esperaban la arremetida por la frontera este, se vieron sorprendidos cuando supieron que el ataque, siguiendo el plan de Schlieffen, se había hecho por Bélgica, pero alcanzaron a reaccionar y se atrincheraron en las afueras de la capital gala. Mientras, las tropas alemanas quedaron estancadas a menos de 100 kilómetros de París, impotentes de poder seguir avanzando.
En ese momento, contrariados por el fracaso del plan Schlieffen, los alemanes se encontraron en la siguiente disyuntiva: hacían un esfuerzo hasta lograr acabar con la resistencia francesa y luego se enfocaban en Rusia o dividían el ejército en ambos frentes. Optaron por esta última. Con sus fuerzas debilitadas por la separación y la creación de las trincheras, la guerra se estancó en Europa y los alemanes trataron de quebrar el status quo con el uso de armas químicas:
“Al despertar en la madrugada del jueves 22 de abril de 1915, los soldados vieron una enorme nube verdosa que reptaba hacia ellos por la Tierra de Nadie (…) en un rato el aire se había despejado y caminamos más allá de las botellas de gas vacías. Lo que vimos fue la muerte total. Nada estaba vivo. Todos los animales habían salido de sus agujeros para morir. Conejos, topos, ratas y ratones muertos en todas partes (…) Cuando llegamos a las líneas francesas, las trincheras estaban vacías, pero a media milla los cuerpos de los soldados franceses estaban esparcidos por todas partes. Fue increíble” (Un verdor terrible de Bejamín Labalut).
Así como ese, hay muchos otros relatos horrorosos sobre el uso de gases que afectaron al mismísimo Adolf Hitler durante la Gran guerra. Solo las dificultades para controlarlos impidieron que su uso se intensificara en este conflicto.
La misma revolución industrial que parecía haber llevado a la civilización a alcanzar su máximo potencial, ahora estaba al servicio de la muerte. No me parece muy distinto a lo ocurrido estas semanas. Después de que el mundo se uniera para frenar las muertes provocadas por el coronavirus, ahora lo vemos enfrentado en una guerra que puede ser bastante más letal que el virus, provocando la muerte de civiles y militares. En especial, cuando los planes de Putin, como los de Schlieffen, parecieran haber fracaso. Esperemos que la historia sirva de algo e impere la razón, antes de tener que vivir un conflicto de grandes dimensiones.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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