El crimen de Rodolfo León Lavín

5 de Septiembre 2021 Columnas

Hace 130 años, nuestro país vivió una de las páginas más oscuras de su historia. Pocos logran dimensionar el nivel de violencia y de odio que se desató a partir de la disputa entre el Ejecutivo y el Congreso y que acabó con la vida de miles de compatriotas, incluida la del propio presidente, José Manuel Balmaceda.

Los relatos sobre este conflicto se han centrado en el drama que rodeó al propio mandatario, el ajusticiamiento de algunos héroes de la guerra del Pacífico, los cientos de ahogados en el río Aconcagua y los sangrientos enfrentamientos de Concón y Placilla que dejaron miles de muertos.

Sin embargo, como mejor se pueden dimensionar las tragedias es a través de casos particulares, algunos de ellos perdidos en el tiempo, pero que son fundamentales para comprender la profundidad del conflicto.

Uno de ellos, es la historia de un periodista al que le tocó estar del lado de los balmacedistas y sufrir las consecuencias de defender al gobierno a través de sus escritos. El diario La Unión, en su crónica del 31 de agosto de 1891 consignaba:

“Rodolfo León Lavín, aquel instrumento vil de Balmaceda, que desde las columnas de El Comercio nos llenara de vejámenes, ha sido fusilado a las 21 P.M. de ayer, pagando de este modo su repugnante conducta. El piquete que dio fin a la vida de este desgraciado fue mandado por un oficial de nuestro Ejército. ¡Qué la ejecución de ayer sirva de ejemplo a los tiranos que enlodan el suelo de la Patria con la sangre de sus hijos! León Lavín murió cobardemente, tal como había vivido siempre. Lloró, imploró perdón y fue a la postre apostata de su propio servilismo”.

El diario El Mercurio de Valparaíso, aún menos generoso, decía escuetamente: “Rodolfo León Lavín, aquel ser degradado e infame que tanto nos insultara desde las columnas de El Comercio, ha pagado ayer por sus bellaquerías siendo fusilado”.

Cuando el crimen parecía olvidado y antes de que se cumpliera un año de su asesinato, un ex oficial, Víctor Arellano intentó hacer justicia al publicar una biografía del malogrado periodista, titulada “Tribunal de Sangre”. La obra, dedicada al hijo de Rodolfo León de solo dos años, hacía públicos los antecedentes que estaban detrás de su muerte. Asimismo, el autor repasaba las circunstancias que transcurrieron durante los últimos días de agosto y septiembre de 1891, hace, exactamente, 130 años:

“Apenas el ejército revolucionario ocupó esta plaza en nombre de la Constitución y las leyes que garantizan a todos los habitantes la inviolabilidad de las propiedades y la seguridad de las personas, salió de madre el río de venganzas populares (…) saqueos hubo por todas partes, centenares de cadáveres aparecieron al día siguiente en las calles de la población”.

Según el testimonio de Arellano, el ajusticiamiento sucedió de una forma bastante diferente a como fue relatado por La Unión y El Mercurio. De hecho, cuando León se enteró de que iba a ser fusilado, preguntó:

“¿No estamos en régimen constitucional? ¿No vienen ustedes a nombre de la justicia? ¿No ordena la ley que aún el reo más criminal se le juzgue y oiga su defensa? ¿Por qué se me ultima a mí, hombre de conciencia tranquila, esposo y padre de tiernos hijos?”.

No obstante, su pregunta no cambió el curso de la historia. Por el contrario, el oficial a cargo le habría dicho que acabara con sus discursos inútiles, a lo que León habría respondido:

“¡Serán mis asesinos, pero jamás mis jueces!”. La respuesta no se dejó esperar:

“Ebrio de furor el oficial, descargó el revólver sobre la cabeza del infortunado periodista, y le pasó las mandíbulas de un balazo, ¡quizás para que no pudiera ya apostrofarles su crimen! Casi cadáver, sentáronle en un cajón y se ensañaron con él como verdaderos chacales. ¡Perforáronle el corazón a balazos y le destaparon el cerebro (…) De esta suerte concluyó la vida del valiente propagandista y del más leal soldado que tuvo en la pasada contienda civil la democracia chilena”, dice Arellano.

Para ese entonces, Rodolfo León Lavín no había alcanzado a cumplir los 32 años. Estudió medicina y se desempeñó como médico cirujano durante la Guerra del Pacífico, donde fue condecorado. Fue miembro del partido liberal, diputado por Cauquenes y luego por Collipulli. Por esos años, cambió el frío bisturí por la calidez de la pluma, sin imaginar que esa decisión le iba a terminar costando la vida.

Ramón León Lavín fue asesinado por cometer el crimen de defender el régimen que creía era el correcto. Junto con él y sin tribunales de justicia de por medio, cayeron otros más, mientras que algunos, como Eduardo de la Barra, lograron escapar: “Todos estos crímenes, dice Alejandro San Francisco, no fueron perseguidos por los tribunales y tiempo después quedaron amnistiados legalmente”. De esta forma, personajes como León pasaron al olvido, como también una de las páginas más terribles de nuestra historia.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

Redes Sociales

Instagram