El baile de los que sobran

5 de Noviembre 2023 Columnas

El año 1986 comenzó a sonar fuerte en las radios “El Baile de los que Sobran” del álbum “Pateando Piedras” de Los Prisioneros. La canción se transformaría en un himno de protesta contra la educación pública y los 12 años de estudio, “los doce juegos”, que al final, para la mayoría, no servían para nada: “Oías los consejos, los ojos en el profesor; Había tanto sol sobre las cabezas; Y no fue tan verdad, porque esos juegos, al final; Terminaron para otros con laureles y futuros; Y dejaron a mis amigos pateando piedras”, decía parte de su letra.

El mismo año del debut de “El baile de los que sobran”, nació Gabriel Boric Font en Punta Arenas. Hijo de una familia de clase media, estudió en un colegio privado y fue parte de una élite que estudia Derecho en la Universidad de Chile. Al poco tiempo, el 2011, Boric se hizo conocido junto a Camila Vallejos y Giorgio Jackson por sus críticas al modelo educacional del gobierno de Sebastián Piñera y las movilizaciones que terminaron con la dimisión de dos ministros de Educación.

Una lluviosa tarde de fines de junio del año 2011, el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, sobre un escenario y frente a una calle atestada de gente, proclamó: “Queremos avanzar hacia una educación pública, gratuita y de calidad que nos permita construir un país más justo donde no sean los empresarios, quienes se llevan el dinero de todos los chilenos y nos podamos entender de una vez por todas en condiciones de igualdad, no más discriminación, no más educación para ricos y para pobres, somos todos iguales, aunque al gobierno no le guste”.

Después de 12 años, el dirigente estudiantil, que se hizo diputado y desde el 2022 ha asumido la máxima magistratura, pareciera haber olvidado las razones que lo catapultaron al ámbito público y aquellas palabras en esa fría tarde de invierno.

Lejos de promover una educación de calidad, los dos ministros que han estado a cargo de esta cartera parecieran estar más interesados en temas ideológicos que de atender la urgencia que significa haber vivido una pandemia y las precariedades de un sistema público que se cae a pedazos.

Si uno revisa las declaraciones de este último tiempo, las preocupaciones del presidente van desde la posibilidad de ser sede de los Juegos Olímpicos en 2036, criticar las noticias negativas que publica la prensa, hasta la guerra en Gaza. Respecto de Atacama, solo palabras de buena crianza: “es expresión de una crisis más profunda en materia de educación pública y que tenemos el deber de revertir, y ojalá que esto sea una cruzada nacional”, pero sin explicar cómo.

Lo que ocurre con los 30 mil estudiantes que no tienen clases desde el mes de septiembre no solo es una crisis educacional sin precedentes, sino además una crisis de empatía. Pareciera que ninguno de nosotros se ha puesto en el caso de que sean nuestros hijos quienes, por una huelga de profesores, puedan perder el año.

Gabriel Boric, más que ningún otro, estaba llamado a ser el presidente que iba a cambiar la educación pública en la historia de Chile. Sus prioridades, sin embargo, parecieran estar en otros lados.

Después de casi 40 años y quizás por 20 años más, la canción de Los Prisioneros, de forma triste y lamentable, sigue siendo un himno válido para los estudiantes del norte: “Únete al baile; De los que sobran; Nadie nos va a echar de más; Nadie nos quiso ayudar de verdad”.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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