Desfondados

3 de Octubre 2021 Columnas

Más allá de las urgencias que vinieron a cubrir, los retiros de fondos previsionales pasarán a la historia como el símbolo de una clase política que no tuvo contemplaciones para dañar a la gente, al país y a las futuras generaciones, en función de sus propios intereses. Así, el contexto de este cuarto retiro del 10% ha develado a sus auspiciadores en toda su misera: ya no es el hambre o la precariedad generada por la pandemia lo que justifica la medida, porque aquellos que siguen pasando penurias son precisamente los que ya no tienen fondos.

Entre los que sí tienen todavía ahorros están los sectores más privilegiados del país, segmentos que los parlamentarios “progresistas” decidieron que no debían pagar impuestos por una operación que sumará importantes recursos a sus bolsillos. Los que pagarán “impuestos” son lo que no podrán retirar de sus cuentas vacías, por la simple razón de que este nuevo flujo de recursos seguirá aumentando los precios y las tasas de interés. Cuando no haya más retiros y se acaben también los subsidios implementados por el Estado, los más vulnerables se quedarán solo con los rigores de la inflación, del alza de tasas y la ausencia de recursos para la vejez. Es lo que han promovido con frío cálculo los que dicen estar preocupados de los pobres y de las brechas sociales.

Entre retiros y ayudas fiscales, la descapitalización vivida por el país en este período es simplemente descomunal. Flujos impulsados por las urgencias, pero también por políticos irresponsables que han incentivado un carnaval del consumo que es un verdadero suicidio económico y social, como lo han advertido hasta el cansancio economistas de todos los sectores. En rigor, en menos de dos años el país se ha gastado buena parte de los ahorros públicos y previsionales acumulados a lo largo de tres décadas. De algún modo, se está cumpliendo el sueño: de esos malditos y despreciados treinta años ya no queda prácticamente nada.

Lo inverosímil, lo trágico, es que la gente fue convencida de que no importa gastarse los ahorros previsionales de toda una vida porque, de alguna mágica manera, el Estado podrá compensar y reponer esta pérdida. ¿Cómo?: subiendo impuestos y creando un sistema previsional genuinamente solidario. Así, pareciera que para los promotores de este desquiciamiento la vasta experiencia internacional simplemente no existe, cuando basta mirar no solo lo que ha ocurrido en el mundo desarrollado en materia previsional sino, sobre todo, en el resto de América Latina. En este gigante y empobrecido continente que es, en realidad, nuestro verdadero y único punto de referencia. Porque Finlandia y Nueva Zelanda jamás lo fueron, y ahora están cada día más lejos.

Pero a la mayoría de nuestros parlamentarios estos asuntos los tienen sin cuidado. No solo van a recibir dinero público por cada voto obtenido en las próximas elecciones. Además, tienen el privilegio de poder “financiar” su popularidad con ahorros previsionales ajenos.

Publicada en La Tercera.

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