Desacople

1 de Julio 2024 Columnas

“El desacople de la política con la ciudadanía” era para la cientista política Gloria de la Fuente una de las razones subterráneas que permitían entender el 18-O, en una conversación sostenida cuando recién había pasado un año de la revuelta que marcó el segundo gobierno de Sebastián Piñera.

En esa entrevista, la doctora en Ciencias Sociales afirmaba además que ya desde fines de los ’90 había un malestar en las y los chilenos, que detonó en 2019 producto de “la incapacidad institucional de mirar las señales que veníamos observando”.

Casi cinco años después, y aun cuando lo que sucedió en esas manifestaciones quedaron en el olvido, especialmente las demandas detrás de ellas (porque la violencia sigue siendo noticia), las autoridades y la élite intelectual volvieron a encerrarse en su mundo paralelo, sin lograr entender ni resolver los problemas que aquejan a la gente.

El autocanibalismo propio de la política chilena en las últimas décadas (copiado obviamente de otras latitudes) ha terminado corroyendo el corazón del mismo sistema, generando una especie de experimento social que continuamente se mueve en el límite del populismo, convirtiendo los gustitos personales en eslóganes fáciles de entender y de creer. Aunque ya no sean verosímiles.

Entonces, como reza el dicho, “volvemos a los Fenicios” y el malestar empieza a transmutar, manteniendo el desacople del que hablaba De la Fuente más vivo que nunca. Aunque la vida siga su curso, el Congreso y los partidos políticos siguen siendo las instituciones peor evaluadas en todas las encuestas. El gobierno se mantiene en torno al 30% de valoración positiva, y son las Fuerzas Armadas y de orden las que concentran mayor respaldo a su gestión, junto a bomberos.

¿Se podría esperar algo distinto? Difícil, porque la capacidad de la élite de autoeliminarse no disminuye, por el contrario, aumenta sobre todo en periodo electoral. Entonces, mientras todavía continúa el debate por los estragos del incendio del 2F y las lluvias de las semanas pasadas, las noticias políticas se concentran en el reality show que han protagonizado la centroderecha y la centroizquierda, respectivamente, en nuestra región para definir al candidato o candidata a la gobernación. Así, evidencian que tienen menos calle que Venecia y que sus preocupaciones están en otra parte.

En este escenario, a nadie le importa lo que sucede en términos humanos con los socavones, que han horadado no solo la tierra, sino también el bolsillo de personas que quedan en medio del sándwich entre el sistema público, que los considera “ricos”, y los bancos, que siguen cobrando dividendos e intereses por departamentos inhabitables.

En las zonas afectadas por el megaincendio de febrero, la ayuda ya no existe, y son los propios damnificados los que tienen que mantener los gritos y pancartas, como única forma de ser escuchados. Aquello, mientras en el “otro mundo” Pepa Hoffmann (UDI) y Luis Pardo (RN) se denigran y descueran mutuamente, los partidos desconocen los acuerdos y en la centroizquierda los posibles candidatos hacen nata y revolotean, esperando que las colectividades definan si respaldarán o no la reelección de Rodrigo Mundaca, que -a su vez- aparece involucrado en conflictos de platas públicas.

En medio de ese show, los damnificados del incendio siguen gritando, con frío, con lluvia, muchos sin siquiera los pilares de sus casas, que han sido demolidas bajo la promesa de reconstrucción, pero que siguen viviendo en la incertidumbre. Porque desde el MOP ya han derribado más de mil hogares, pero algunos vecinos han sido notificados de que no todos califican para recibir casas nuevas.

Y para ponerle más pelos a la sopa: agréguele a lo anterior el anuncio del Ejecutivo de una fuerte alza en las cuentas de la luz y en invierno, cuando más se utiliza la energía.

Así continúa vigente la existencia de dos Chile, que en realidad son tres: los que viven en el Nueva York latinoamericano, quienes logran rascarse con sus propias uñas para subsistir a costa de su calidad de vida y familia, y el que sufre las lluvias, el hambre, el desamparo. Son grupos que se cruzan poco, conviven apenas y no se conocen en lo absoluto, pero cuyo desacople -que nunca desapareció- continúa socavando la credibilidad en el sistema.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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