De la cancelación y la funa

18 de Octubre 2021 Columnas

En estos meses en que la pandemia del COVID-19 ha azotado al mundo entero, nos conectamos cada vez más a nuestros dispositivos móviles y pasamos más tiempo en las redes sociales que antes de esta nueva peste, que nos ayuda a estar conectados con aquellos que no podemos ver ni interactuar. Pero hay un lado poco amable con todo esto, y ello tiene relación con el poder que tienen las nuevas tecnologías para juzgar a personas a través de un click. Es cada vez más común ver que gente común, como usted y yo, utiliza estos avances para denunciar, para revelar situaciones de las que muchas veces nuestras leyes no se hacen cargo.

Con esto me refiero a las funas y cancelaciones que se hacen a través de las redes sociales a quienes no cumplen muchas veces con lo prometido, a quienes mienten deliberadamente para conseguir un fin, anulaciones, a través de estos medios, por ejemplo, a padres que no pagan las pensiones de alimentos de sus hijos, información que dura 24 horas y que se hacen virales entre los jóvenes, grandes usuarios de estos medios de comunicación. Solo basta con una fotografía o con unas pocas líneas para que se viralice lo que una persona piensa o sienta respecto de otra, o de una situación que le parezca injusta. Llama mi atención tremendamente este nuevo fenómeno, pues muchas veces son los canales oficiales los que están fallando en comunicar lo que los usuarios de estos mass media indican con sus publicaciones: los tribunales de familia, atorados y sobrevendidos, pasan ahora a ser meros repositorios de lo que sucede al interior de un núcleo familiar, y basta con una publicación para que el círculo cercano a ella se entere de lo que está pasando en esta ella. Vimos en vivo el caso del querido constituyente que admitió haber sufrido un falso cáncer y su precipitada caída a través de las funas en las redes sociales. ¿Qué hay, entonces, con la presunción de inocencia de las personas y su derecho a defenderse? Parece que hoy la justicia llega más rápidamente a través de los canales informales de comunicación, y todo lo demás puede esperar.

Pienso en la responsabilidad que tenemos como personas de lo que ponemos en estas redes. Es muy fácil cancelar o funar a alguien o algo en virtud de lo que pienso, pero el retracto no es tan común como lo debiera ser: si alguna persona se equivocó y se demostró un error, no funcionan las redes con tanta premura como lo hacen cuando se quiere señalar una falta. Lo más importante aquí es la responsabilidad individual y escribir, subir la información a Internet con la suficiente confianza de que aquello que estoy escribiendo es cierto y puede ser demostrable a través de los canales oficiales de información o de la justicia. Lo demás podría ser polvo y paja, pero hoy, época en que nos informamos por estas vías, la información queda, y lo que es aún peor, se cree ciegamente en ella.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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