Cuba; no hay plazo que no se cumpla

15 de Julio 2021 CEA Columnas

La crisis que vive Cuba desde el colapso de la URSS en 1990 ha tenido un proceso de desarrollo extremadamente prolongado. El régimen Castrista pudo subsistir por diversos motivos, pero el principal era que su legitimidad provenía de una plataforma más cercana a la reivindicación de la independencia antes que a un proceso revolucionario vinculado “Per Se” al ideario marxista. Y es que Cuba ha tenido una historia diferente a la del resto de Latinoamérica; su Independencia no ocurrió con los demás países de nuestro mundo cultural entre 1810 y 1826, sino que hubo de esperar una Guerra entre España y los Estados Unidos en 1898, donde los norteamericanos vencedores le otorgaron una independencia incompleta a la Isla, reteniendo grados considerables de presencia y liderazgo hasta 1959. La Base Naval de Guantánamo es solo uno de los elementos de presencia norteamericana en la Isla, y si bien hoy es el último remanente, no deja de representar un símbolo de la paradoja cubana. Su desarrollo material y social era el mejor del Caribe por lejos, y además contaba con una masa crítica social y cultural que puede ser definida como formidable, pero la sensación de tutela, de ausencia de autonomía sería fundamental en 1959, pero sobre todo en 1962, cuando la Crisis de los Misiles confirmó el cambio de bando, la perspectiva fue que Fidel Castro efectivamente había conseguido “liberar” Cuba. Ese sería el leit motiv de una Revolución que sería primero puesta en línea por la URSS, debiendo enviarse jóvenes cubanos a morir en revoluciones que se extenderían desde Angola hasta el Cuerno de África, y después debería de vivir las penurias que la suspensión de los subsidios soviéticos llevaría al país. La Revolución tendría, así, una lógica legitimadora, y como más de alguien ha dicho, a Fidel se lo podría criticar, pero siempre se lo iba a respetar. Mal que mal, había sido el líder del proceso.

El Siglo XXI, sin embargo, ha sido cruel con la Revolución. Cronos es implacable y los Barbudos de la Sierra Maestra comenzaron a convertirse en ancianos en buzos deportivos, y el régimen perdió su aura heroica, reemplazada ahora por la desesperación de unas carestías que no terminaban nunca. Desde el exterior se sabía del avance de la tecnología y del consumo, pero Cuba quedaba congelada en el tiempo, convertida en un parque temático al que Turistas del exterior viajaban con ánimo morboso a constatar que Cuba había vuelto a ser el Prostíbulo que denunciaba Fidel, pero ahora del mundo, no solo de los Estados Unidos. En ese eje de acción, Cuba paso a depender de los subsidios venezolanos primero, y cuando estos también cesaron por el colapso de dicha economía de manos del populismo y la inepcia chavista, solo quedó el turismo, que de la mano del COVID 19, también se agotó. Hoy, en círculos cada vez más cerrados en torno a la vela, la polilla de la Revolución ya comienza a quemarse. Ya no es solo carestía, es ausencia total de bienes de subsistencia. Es muerte de la mano del COVID 19, y la Revolución ya no está liderada ni siquiera por esos abuelos de pasado heroico, sino por oscuros burócratas privilegiados, en cuya boca los slogans revolucionarios suenan huecos y a una mentira.

A la desesperación anterior, no había salida mientras la sociedad siguiera dividida y el miedo individual fuera la sensación dominante, pero al igual que en el resto del mundo, la Revolución Digital trajo el fin de la intermediación de las elites en el debate social. La sociedad puede debatir entre sí misma, no requiere intérpretes. Basta poseer un teléfono y tener acceso a una red digital; 3G, 4G… qué más da. Lo relevante es poderse comunicar más allá de las redes controladas por el régimen.

Y eso es lo que ocurrió el 11 de Julio recién pasado, al igual que en Túnez, cuando un vendedor ambulante desesperado de quemó a lo Bonzo, o con los Indignados de la Plaza del Sol en Madrid, o en Colombia, o en Egipto, o en Chile.

La diferencia del caso cubano es, por contrario, que el régimen tiene un discurso básico que se centra en la reclamación de una legitimidad de origen que le permite imponer un sistema incuestionable en términos de la legitimidad absoluta de su lucha. Eso podía ser reclamado por Fidel, incluso en algún grado por Raúl, pero proviniendo desde Díaz Canel, es solo un mal eco. Es solo un Dictador repitiendo los mismos slogans que otros tantos hicieron antes de él; desde Hoenecker hasta Ceaucescu.

La transición de un régimen liderado por un caudillo carismático siempre ha sido difícil, el caso de Tito incluso implicó la desmembración de Yugoslavia. En el caso cubano, implicará inevitablemente el cambio de régimen. Es improbable que eso ocurra de forma inmediata, dada la fortaleza represiva y de control social que el Gobierno posee, pero lo que ha ocurrido lo vuelve inexorable, y es que es mucho más serio, pues se perdió la legitimidad. La Magia de la Revolución se desvaneció, y solo queda la cara de una dictadura añosa que no es siquiera capaz de alimentar a las personas a las que lleva sometidas desde hace más de sesenta años. No puede ser más evocativo de esta situación que el grito de guerra de “Patria o Muerte” que combinaba el mensaje independentista con el de la Revolución haya sido reemplazado por el estribillo “Patria y Vida” de una canción popular, mostrando que hoy existen opciones a este último resto de la Guerra Fría.

Publicada en Emol.

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