Cristina, Bachelet. Macri, Piñera

17 de Agosto 2019 Columnas

Una fue presidenta, la otra también. Una es de izquierda, la otra también. Una tuvo un mal gobierno, la otra… también. Una está próxima a llegar al poder, la otra tiene una evidente posibilidad de hacerlo. Una tuvo un gobierno corrupto, irresponsable y agresivo. La otra no. Una es Cristina, la otra es Bachelet.
Uno es actualmente presidente. El otro también. Uno es empresario. El otro también. Uno fue presidente del club de fútbol más popular. El otro, uno de sus dueños. Uno es moderado. El otro también. Uno es Macri. El otro es Piñera.
Cuatro personajes para dos historias que parecen rimar. Al menos aparentemente.
La izquierda chilena esta semana descorchó champaña al ritmo del Twitter. Es claro que los buenos resultados de Fernández y Fernández podrían significar, al fin, el rebote de la caída libre que ha tenido la izquierda latinoamericana en los últimos diez años. ¡Hasta ME-O salió de su ostracismo para volver a aparecer a escena! El “neoliberalismo” empieza a retroceder. Primero caerá Macri, después será Piñera y sus amigos.
Pero ¿se parece lo ocurrido en Argentina a lo que puede ocurrir en Chile?
Muchos han querido presentarlo así, con la esperanza de recuperar el poder en 2022. Pero entre Chile y Argentina hay diferencias. Diferencias que son evidentes y que son enormes. Y la mayor diferencia está en su historia.
Francisco Antonio Encina hace 100 años estaba convencido de que Chile no prosperaba por culpa de que Argentina era “un árbol que nos hace sombra”. Hoy, el árbol argentino está prácticamente seco. Crisis tras crisis, Argentina —pese a sus riquezas naturales— se ha ido haciendo cada vez más pobre. De tener un PIB per cápita similar al de Estados Unidos (cuando Encina escribía Nuestra Inferioridad Económica), hoy representa apenas un tercio. Y cuando hay que buscar al culpable, las miradas necesariamente terminan apuntando a Perón…y al peronismo.
La famosa frase de Evita “donde existe una necesidad, nace un derecho” representa bien el espíritu de lo que ha sido Argentina en su último siglo, que terminó arruinando a ese país. Una sociedad donde los derechos no se concilian con la realidad. Total, eso poco importa. Total, eso se verá más adelante. “¡Dale nomás! ¡Dale qué va!”, como decía Enrique Santos Discépolo en su tango.
“De 70 años de fiesta no se sale en tres”, dijo varias veces Macri durante su mandato, para justificar sus políticas económicas, que según él, buscaban “ordenar al país”. Pero, entre no haber comunicado adecuadamente la desastrosa situación en la que encontró el país, el exceso de confianza que creyó ver Macri en sí mismo para el retorno de los capitales, y su temor a cortar la música en un país que no quiere terminar la fiesta, hoy —a menos de que ocurra un milagro— perderá el gobierno.
¿Presagio de lo que puede ocurrir en Chile?
Es claro que además de la historia hay otra gran diferencia, que es el grado de deterioro del país que recibió Macri en comparación al que recibió Piñera. No hay punto de comparación. Ni en crecimiento, ni en inflación. Ni en déficit. Ni en fractura social.
El problema es que para un sector de la izquierda chilena —a diferencia de lo que fue la Concertación—, Argentina, o más bien el peronismo, sigue siendo un modelo de muchas cosas, donde el proyecto de las 40 horas de Camila Vallejo es una buena muestra de derechos sociales que se deben enarbolar porque sí y sin medir sus consecuencias. “¡Dale nomás! ¡Dale qué va!”
Pero más allá de algunos vientos similares, hay pocos puntos de comparación.
Argentina hoy pende de un hilo. Una vez más. Están metidos en una nueva crisis bancaria y nuevamente en una relación freudiana con el dólar, una especie de fetiche para viejos, jóvenes y niños, traumados por lo que ha sido su propia experiencia.
Argentina se prepara así para avanzar hacia atrás. Y sin quererlo, más que en el árbol que hablaba Encina, se ha transformado en el espejismo de lo que no hay que hacer.
Es cierto que a Piñera se le ha criticado el gradualismo. El gobernar en la medida de lo posible. Tal como se le ha criticado a Macri. Pero las diferencias son evidentes. Ni Argentina es Chile, ni el legado de Cristina es el legado de Bachelet. Y, lo más importante, la cordillera parece separar más que sus puros territorios.

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