Congreso bananero

18 de Abril 2021 Columnas

El ambiente ya había quedado alterado, cuando aprovechándose de la tribuna que le da el Congreso, la diputada del Partido Humanista, Pamela Jiles, decidió responder groseramente a los emplazamientos de su par de RN Diego Schalper, quien la había instado a inhabilitarse en la votación para establecer una franja electoral destinada a candidatos a gobernador, debido a que su esposo, Pablo Maltés, aspira a ese cargo en la Región Metropolitana.

Las risas abundaron luego de que Jiles decidiera –en un lenguaje más propio de un circo que de una institución de la República- tildarlo de “diputado candado chino Schalper”, a quien además acusó de ser poco hombre. Pero no solo hubo sonrisas ante tal mediática y banal aparición. Luego, el propio aludido acusó sexismo en las palabras de la parlamentaria y se quejó largamente ante los medios por el trato sufrido.

Esta semana, el “chacreo” del mundo político continuó, en esta especie de teleserie, en la que a ratos vemos vistosas plumas paseándose por el hemiciclo, bailes exóticos y otras manifestaciones ridículas. Y fue el propio esposo de Jiles, el autodenominado “abuelo” quien nos deleitó con sesudas explicaciones respecto de por qué el hecho de que la “abuela” sea parlamentaria y constantemente esté haciéndole la campaña a gobernador, no es un acto de nepotismo.

Y su aclaración fue de lo más telenovelesco. Gracias a su aparición en un matinal, todos los chilenos pudimos enterarnos de que no hay “ningún tipo” de favoritismo ni parcialidad, por cuanto “somos pareja, pero hay que decir que tenemos, para que no haya conflicto de nepotismo, una abstinencia ya de tres años. Y la vamos a mantener”.

El impacto inmediatamente se hizo patente y las redes sociales comenzaron a hervir, entre la risa y la molestia, sobre todo cuando el periodista le pregunta a qué se refiere (por si no había quedado claro) y él, suelto de cuerpo, responde: “Abstinencia sexual”. Así, en una cuña de 51 segundos, todo Chile pudo enterarse de la ausente vida sexual de la pareja Jiles-Maltés.

Entre medio, pasó “colado” el propio Schalper, quien tildó a la diputada PC Carmen Hertz –otrora reconocida abogada de DD.HH.- de Gazú, comparándola con el marciano verde que se le aparecía a Pedro Picapiedra y lo guiaba, así como, según el parlamentario, su par comunista era un poder en las sombras en la comisión de derechos humanos.

Lamentablemente, ejemplos hay muchos. Incluso otros más antiguos, como el PS Fidel Espinoza, calificando de “imbécil” a la entonces ministra vocera, Cecilia Pérez, o el UDI Ignacio Urrutia cuando dijo que el entonces secretario de Estado, su correligionario Andrés Chadwick, “vale callampa” o que los exiliados eran “terroristas”.

La RAE define la palabra chacrear como “hacer que se pierda el carácter propio de una situación” y eso es lo que está ocurriendo, ya hace algunos años con el Parlamento. Tratándose de una institución que debe definir los destinos de todo un país a partir de la discusión profunda de la legislación que obliga a todos y todas, se esperaría que los parlamentarios y parlamentarias se comportaran con cierta altura de miras.

Pero lo que hacen Jiles, Schalper y varios otros es precisamente banalizar, convertir en trivial e insustancial una institución que, por su relevancia, debiera mantener una seriedad y legitimidad a toda prueba. Y eso es precisamente lo que este chacreo produce: el Parlamento ha dejado de ser una entidad respetada o siquiera relevante. No es menor que en algunas encuestas, la aprobación del Congreso apenas alcance, como mucho, un 5%.

Pero la vergüenza ajena que producen estas performances no se queda ahí. Aunque parezca mentira, mientras Jiles tilda groseramente a su par de RN y Maltés explica cómo es la vida sexual con su esposa diputada, aparecen encuestas que la elevan como una de las precandidatas presidenciales mejor aspectadas, junto a Joaquín Lavín. De hecho, en la última Cadem, Jiles junto al edil de Las Condes y la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, son los únicos que aparecen en el cuadrante de mayor conocimiento y mejor aprobación.

Asimismo, la autodenominada “abuela” aparece con un 20% en primera mención ante la pregunta “si las elecciones fueran este domingo, ¿por cuál de los siguientes candidatos votaría?”. Y supera a todos los postulantes de la derecha con los que se la mide.

La pregunta que queda en el aire es cuán bananeros queremos ser. Porque si lo que deseamos es un país cuya Presidencia sea tan trivial o banalizada como lo es hoy el Congreso, a lo mejor hay que cerrar la puerta por fuera.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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