“Boricmanía” o la fe renovada

13 de Marzo 2022 Columnas

En la idea de que todo cambio será para mejor están cifradas las expectativas de muchos de los chilenos que, a partir de la figura de Gabriel Boric, han creado un personaje algo épico, una especie de “rockstar”, respecto del futuro del país. Quizás esto solo sea comparable con lo que pasó con Michelle Bachelet cuando asumió su primer mandato y los medios hablaban del “fenómeno Bachelet”. Ahora plantean la “Boricmanía”.

Ella fue la primera mujer en la historia de Chile en asumir la presidencia. Boric es el Mandatario más joven en llegar a La Moneda. Ella generaba una cercanía emocional, en la que muchos se sentían identificados y acogidos; él se convirtió en una especie de símbolo del cambio generacional, pero también del fin de las injusticias, con una conexión que se veía a diario en la procesión de ciudadanos a “La Moneda chica” solo para verlo, tocarlo o sacarse una foto. Llamó la atención también durante la jornada de cambio de mando, con la gran cantidad de gente que lo esperó en Valparaíso y qué decir afuera del Palacio de Gobierno, donde él –acogedor, sonriente- se dejó querer, acercándose a su público cual Chayanne en Festival de Viña.

Además, sus primeras palabras en el balcón de La Moneda fueron intensas, elocuentes, pero también con un lenguaje que apeló en reiteradas ocasiones a esa “química” con su gente. Así, repitió conceptos como emoción, entrega en cuerpo y alma, “he visto sus caras”, “nos hemos mirado a los ojos”, junto con llamar a “sonreír, querernos como pueblo” y dejar de desconfiar los unos de los otros. La promesa de felicidad también estuvo presente.

Pero pese a las similitudes entre Bachelet 1 y Boric, el problema es que el país está en un momento distinto: en un proceso complejo que incluso el mismo Presidente recalcó varias veces en su discurso inicial, marcado por la incertidumbre y por la crisis económica internacional. Pero además con una frustración ciudadana a flor de piel. Entonces, la materialización de las expectativas en torno a esta nueva generación que llega a La Moneda no será fácil. No solo porque la lógica del Estado es distinta, lenta y poco amigable, sino también porque la falta de recursos, las “vacas flacas”, erosionarán constantemente esta fe.

En este escenario, la esperanza casi religiosa que se ha producido en torno a la figura de Boric y su gobierno puede sufrir un deterioro más rápido de lo pensado. Como cualquier acto de fe, este aguantará algunas decepciones y habrá paciencia –lo que también pidió varias veces Boric en su alocución en el balcón de La Moneda-, pero la famosa “luna de miel” no será eterna.

Cómo llevar las expectativas al terreno de lo posible sin hipotecar la renovada fe en lo público será parte de la tarea de este gobierno. Y aunque comenzaron con el pie derecho –con medidas como la paridad en altos cargos, el histórico nombramiento de la primera ministra de Interior, la primera carabinera como edecán e incluso una mujer que condujo el auto presidencial, además de importantes símbolos como el que la cartera de la Mujer y Equidad de Género tenga oficina en La Moneda o el retiro de las querellas por Ley de Seguridad del Estado, en el marco del estallido social- lo cierto es que el futuro será difícil. El cómo harán “conversar” las dificultades propias del Estado con las expectativas ciudadanas será el arte que deberán manejar.

El arribo de este nuevo equipo a la dirección del país también deberá utilizar una alta dosis de creatividad e innovación para hacerse cargo rápidamente de situaciones urgentes que el mismo Boric enumeró, pues sabe que son casi endémicas: los altos niveles de delincuencia; la situación de la Araucanía -donde ya sus ministros han adelantado un diálogo para el que los sectores radicalizados no están disponibles y así lo han hecho saber tempranamente-; salud digna, educación de calidad, el sueldo mínimo y la inmigración, entre infinitos otros temas.

No será menor tampoco la relación que tendrá la Presidencia con la Convención Constituyente. Hasta ahora, ha habido cercanía y reconocimiento mutuo, pero la incertidumbre que genera la entidad, tanto en lo político como en lo económico, se puede convertir en un boomerang. De hecho, hay quienes han dejado trascender que la estrategia debiera ser que las “decisiones difíciles” las tome la convención, para evitar que afecten políticamente al Mandatario.

Los desafíos son múltiples y –como dice la teoría económica- los recursos escasos. De la interrelación entre ambos elementos y de la creatividad de esta nueva generación dependerá que la “Boricmanía” se mantenga y efectivamente logre renovar la fe en la política. Pero también, de aquello penderá que el ímpetu con el que Boric y sus jóvenes escuderos llegan a La Moneda se mantenga y no sea la frustración la que gane la batalla.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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