Bolsa de gatos

11 de Julio 2021 Columnas

“Tengo miedo de que la convención constitucional sea una bolsa de gatos”, expresó esta semana el expresidente uruguayo, Pepe Mujica, a la luz del debut de nuestro organismo constituyente, seguido por gran parte de los chilenos, con todos sus altos y bajos en estos primeros días.

Más allá de la emoción inicial que albergó para muchos la instalación de la convención y el inicio del proceso constituyente que cambiará la Carta Magna hecha en dictadura, lo cierto es que, si hubiera que considerar una palabra para definir este estreno, probablemente, al menos en este inicio, sería desorden.

Para comenzar, la instalación de la convención el domingo fue de todo menos organizada. Supuestamente la actividad comenzaría a las 10:00, pero recién logró concretarse pasado el mediodía. Según consignaron los medios, “en este par de horas se mezclaron el frío invernal, la incertidumbre, la voz templada de una funcionaria que ordenó el debate, la salida de constituyentes a la calle, los enfrentamientos entre manifestantes y carabineros en las inmediaciones, la ausencia del Gobierno y la presencia de banderas, cánticos y ceremonias laicas y religiosas”. La verdad es que lo único ordenado en ese momento era la figura de Carmen Gloria Valladares, secretaria relatora del Tribunal Calificador de Elecciones que impertérrita intentaba dar inicio a la ceremonia.

Ya solucionada la instalación, las dificultades técnicas que hicieron imposible el funcionamiento de la entidad durante los primeros días, fueron derechamente impresentables. El plebiscito donde los chilenos definieron que querían una nueva Constitución fue hace nueve meses y el lunes 11 de enero, el Presidente Sebastián Piñera dio a conocer que sería el Palacio Pereira el lugar para instalar a los 155 convencionales. Allí, flanqueando al Mandatario, el ministro vocero, Jaime Bellolio, afirmó que “con esta plataforma, como gobierno queremos ratificar nuestro compromiso de ser garantes de que este proceso sea bien llevado en todo momento”.

Qué anacrónicas parecen hoy esas palabras, cuando el lunes los convencionales llegaron a su lugar de trabajo y no contaban con las condiciones ni técnicas ni sanitarias para funcionar. Habiendo tenido seis meses al menos para preocuparse de que los aforos fueran los correctos, de que las medidas sanitarias fueran ad hoc al momento pandémico que vivimos e incluso que funcionaran los micrófonos y las conexiones de internet, nada de aquello había sido preparado correctamente por la secretaría técnica a cargo de Francisco Encina. Rápidamente, el gobierno dio un giro que más pareció un disparo en los pies: nombró en el cargo a Catalina Parot, excandidata a gobernadora cuyas deudas de campaña y la posibilidad de que el pago de esos compromisos sea el fin último de su designación generó críticas incluso en la misma coalición gobernante.

Recién el miércoles la convención constituyente pudo iniciar sus labores, con la votación respecto de aumentar el número de integrantes en la mesa de la entidad. Primero fueron siete y finalmente nueve los delegados que deberán abocarse a la tarea de dirigir la instancia, pero con un proceso eleccionario que generó ácidas críticas de la derecha y también en la centroizquierda. Así, las palabras de Agustín Squella, fueron claras: “Nos estamos pareciendo demasiado a la Cámara de Diputados. Lo único que faltaría es que a estos grupos le llamáramos bancadas y estaríamos haciendo otra vez lo que el país está cansado”.

Hacia el final de la semana, la convención se enfrascó nuevamente en una tensa discusión para presionar por la libertad de los presos del estallido social, que terminó incluyendo también la desmilitarización del Wallmapu. Sin el respaldo –como era de esperarse- de la centroderecha, pero tampoco de parte de los constituyentes de centroizquierda, las negociaciones se extendieron durante todo el cuarto día de sesión.

En un abrir y cerrar de ojos, termino así la primera semana de funcionamiento de la convención constituyente. Falta aún que inicie la discusión de su reglamento, que según adelantó el vicepresidente de la entidad, Jaime Bassa, podría tardar hasta tres meses, es decir, un tercio del tiempo que tienen para redactar la nueva Constitución.

Si el 80% de los chilenos –con una participación histórica- decidió que la constituyente no estuviera compuesta por los mismos de siempre, con las mismas prácticas de antaño, es porque se espera que no se convierta, como lo teme Pepe Mujica, una “bolsa de gatos” y que precisamente sea la racionalidad y el diálogo los que iluminen a los 155.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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