El año 2000 según una predicción de 1933

31 de Diciembre 2017 Columnas

El 6 de agosto de 1933, el diario La Unión de Valparaíso publicó un artículo de Pierre Devaux en el que anticipaba qué iba a pasar el año 2000, es decir, hace casi 18 años. Las proyecciones de Julio Verne, anticipaba el subtítulo, serían cosas de la antigüedad.

El artículo iniciaba anunciando cómo serían los hogares. Las paredes serían de vidrio, divididas en su interior por tabiques móviles que permitirían cambiar las piezas constantemente. Se iba a tratar de tabiques que bloquearían el ruido y, por supuesto, incombustibles. Lo más interesante, iba a ser el material con que estaría hecho el piso: “su consistencia nos recuerda la de un neumático bien inflado, de manera que todos los pasos son silenciosos. Dejemos caer un vaso frágil y rebotará sin romperse”. Las puertas se abrirían solas frente a nuestra presencia, anticipándose a los sensores de movimiento. Y, en el baño, en reemplazo del jabón existiría un lanza niebla, 90% de aire comprimido y 10% de agua tibia en una bruma impalpable. La cocina poseería innumerables aparatos de pasta o níquel alineados cerca del toma corriente, de manera muy similar a lo que sucede ahora. Y, a través de ondas eléctricas, se lograría determinar el grado exacto de la madurez de la fruta y de las legumbres.

Afuera del hogar, se mencionan las novedades de los automóviles: “Nada de motor ruidoso bajo el motor de nuestro coche que marcha ya a 250 kilómetros por hora con una habilidad perfecta, la energía es enviada bajo forma radioelétrica por estaciones lejanas movidas por las radiaciones solares (…) En la delantera, un paragolpes hidráulico permite soportar alegremente los más formidables choques”. A estos se agregarían otros vehículos más modernos con hélices que les permitirían surcar los cielos.

Uno de los grandes cambios de lo que iba a suceder el año 2000, según la proyección que se hacía en 1933, estaba en la industria alimenticia. La cría de ganado estaría, prácticamente suprimida y reemplazada por un cultivo artificial de injertos de carne viva en laboratorio. El hombre renunciaría a criar pollos para no comer más que la pechuga y las alas. Un mundo feliz para vegetarianos y veganos.

No obstante, la verdadera revolución se produciría en la salud: YA NO SE ENVEJECE, decía el diario. Supuestamente, iban a desaparecer las enfermedades epidémicas y bacilares: tifus cólera, peste, enfermedades aniquiladas en unos pocos años por el uso generalizado de “bacteriografos”. Para esos años, la tuberculosis y el cáncer habrían sido vencidos. La medicina iba a estar enfocada, de manera principal en la prevención de las enfermedades. Las cirugías, los injertos de miembros y órganos serían cosa corriente: “Se compra un nuevo estómago o un pulmón nuevo cambiable en caso de funcionamiento defectuoso!”. Y, por último, sobre este punto, destaca: “El estado sanitario es, por consiguiente, infinitamente mejor en todas las clases sociales”.

Se trataba de una mirada tan optimista como ingenua. Los adelantos del año 2000 fueron, en algunos ámbitos, similares a los planteados, por ejemplo, parachoques formidables y el control sobre la tuberculosis. Por otra parte, algunas de las suposiciones como el piso flotante de las casas o carne artificial todavía no han llegado o, en realidad, jamás llegarán a suceder. Mientras que los más increíbles, como los adelantos de la computación alcanzados a fines del siglo XX, no pudieron ser siquiera imaginados.

Visto en perspectiva, el 2000 aparecía tan lejano para los hombres de 1933 como nos puede resultar para nosotros el 2050, aunque esté en términos coloquiales, “a la vuelta de la esquina”. Los adelantos han alcanzado una velocidad extraordinaria y van trastornando nuestra vida a tal punto, que nos cuesta imaginar un mundo sin whatsapp, celulares o internet. La pregunta fundamental es si estos adelantos realmente han mejorado nuestra calidad de vida.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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