Al maestro, con cariño

14 de Diciembre 2021 CEA Columnas

Este fin de semana, nos enteramos del sensible fallecimiento del destacado historiador y maestro Eduardo Cavieres (1945-2021). Revisando el correo, el último email que tengo registrado del profesor es de hace un par de semanas. Tal como había ocurrido muchas veces, me había invitado a participar en un proyecto como colaborador y me estaba apurando por la entrega de mi trabajo. Esta vez se trataba de una edición especial de una revista sobre la vida de Bernardo O´Higgins en Lima. Siempre comprensivo, aceptó la extensión y me dio un par de días de plazo. Menciono este hecho porque, aunque cotidiano, resume varios aspectos que caracterizaron a este brillante profesor y que paso a comentar a continuación.

En primer lugar, su calidez humana. Hasta que conocí a don Eduardo, tenía la imagen del académico universitario como una persona grave, que hacía del estudio su vida y cuyos discípulos debían cumplir con cierto halo de perfección. En ese modelo, no había mucho espacio para la familia, los amigos y menos otros intereses banales como podría ser, por ejemplo, el fútbol. La excelencia académica aparecía como un podio inalcanzable o como un apostolado.

Eduardo Cavieres, Premio Nacional de Historia el año 2008, en cambio, tuvo siempre como prioridad número uno a su familia, a su amada Gladys y a sus hijos, a los que luego se sumaron los nietos. Después de este primer círculo, venían los amigos, algunos entrañables como Jaime Vito y otros que se fueron agregando en el camino y con quienes siempre estaba dispuesto a compartir un café. Finalmente, dentro de estas prioridades, aparecía el fútbol, en específico, su querido Colo Colo, pasión que transmitió a sus hijos, en especial, a su querido Eduardo.

En esta línea, Eduardo Cavieres siempre fue un maestro. No se entendía la investigación, sin esa otra parte dedicada a la enseñanza y formación de sus estudiantes. A las innumerables reflexiones que desarrollaba en clases, se sumaba ese interés y preocupación por sacar lo mejor de sus alumnos. El profesor Cavieres siempre tuvo el don de lograr que cada uno de sus discípulos se sintiera especial. Sus mañanas muchas veces consistían en una agenda de reuniones con alumnos y exalumnos donde se hablaba de temas profesionales, por supuesto, pero también de política, de la familia, de fútbol, etc. Fue ese ánimo con el que a muchos nos impulsó a sacar nuestros magíster, doctorados y a publicar libros y artículos.

Un segundo aspecto tiene que ver con su producción intelectual. Hace algunos años, un grupo de discípulos de Cavieres nos reunimos a hacerle un homenaje en vida. ¡En buena hora! Ahí tuvimos que repartirnos entre varios el incansable trabajo que desarrolló durante toda su vida universitaria. Sus primeros aportes fueron en historia económica, luego derivó a la historia de las relaciones entre Chile y sus vecinos, para terminar reflexionando sobre el presente.

Mencioné al inicio el tema de O´Higgins en Lima porque viene a reflejar una de las líneas donde se observan sus principales aportes. La necesidad de comprender la historia de los países como una historia común y en la que la Guerra del Pacífico aparecía como una vaya difícil, pero no imposible de superar.

A esta línea, se suma el interés por la historia regional y su entrañable amor por Valparaíso. Habitante del Cerro Cárcel, disfrutaba la vista al mar, trotes por la Avenida Alemania e idas a la feria. Habituado a las subidas, mientras al resto llegábamos ahogados, él no tenía problemas en trepar la eterna escalera del Instituto de Historia de la Pontifica Universidad Católica de Valparaíso para llegar a su oficina que estaba en la entrada. Siempre llena de papeles, libros, trabajos y algún adorno de Colo Colo.

Durante sus últimos años, el 18 de octubre de 2019 y la pandemia estuvieron entre sus últimas preocupaciones. “2020 (Antes y después)” fue su más reciente publicación en la que manifestó una serie de inquietudes frente a los neonacionalismos, neopopulismo, pero sobre todo, por la violencia que hoy se cierne sobre nosotros:

“No, no se requiere más violencia. Tenemos ya y tendremos la violencia del hambre y la miseria ¿Qué más violento que el hambre? Se debe parar el jinete del hambre y la pobreza extrema y ello será más posible con un real acuerdo nacional que signifique efectivamente un pacto social que priorice la solución de los problemas y de las condiciones de vida precarias de un sector importante de la población”.

Pensador incansable, ahora nos damos cuenta, en un fallecimiento que nos resulta repentino, que mantuvo en reserva su enfermedad para seguir trabajando y reflexionando hasta los últimos días, siempre con la fe intacta de todo buen cristiano, de que aquí solo estamos de paso.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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