A 170 años del Motín de Cambiaso

4 de Marzo 2022 Columnas

El 21 de noviembre de 1851 Miguel José Cambiaso, teniente del ejército chileno, por entonces recluido en el penal de Punta Arenas por insubordinación, comenzó el hoy denominado Motín de Cambiaso, cuya fecha de término fue aproximadamente el 15 de febrero de 1852. La colonia de Magallanes se había establecido apenas ocho años antes, en 1843, luego de la fundación del Fuerte Bulnes por parte del estado chileno, y que comenzó a recibir prisioneros en 1847, cuando se decidió que la colonia albergarse un penal marítimo. Sin embargo, un año después, en 1848, se decidió trasladar la colonia y su penal a Puntas Arenas, por consideraciones geopolíticas, dada su mejor posición geográfica en el Estrecho de Magallanes.

Por aquel entonces el estado chileno consideraba el Estrecho de Magallanes como una posición estratégica, debido al creciente tráfico marítimo entre el Atlántico y el Pacífico, así como para ayudar en su reclamación de los territorios al sur del Bio Bio. Dicho lo anterior, por largo tiempo la colonización de Magallanes fue una aventura precaria, marcada por el aislamiento de la colonia y la dificultad de atraer tanto soldados como colonos. De hecho, Cambiaso había sido dado de baja del ejército en 1850 y readmitido en 1851 únicamente bajo la condición de aceptar ser asignado a Punta Arenas. En 1851 su población total no superaba las 700 personas, de las cuales unos 300 eran prisioneros, vigilados por un regimiento de apenas unos 70 soldados. La mayoría de los convictos eran presos políticos (además de algunos reos comunes), incluyendo miembros del bando perdedor de la Guerra Civil de 1851, que enfrentó las fuerzas del presidente Montt contra las del general José María de la Cruz, o bien desertores del ejército.

Bajo este contexto, Miguel José Cambiaso disfrazó su levantamiento, que no era otra cosa que un acto personal de revancha contra su superior jerárquico (el capitán Salas), como un incidente perteneciente a la guerra civil de 1851: azuzó a sus seguidores (principalmente presidiarios políticos) a seguirlo en apoyo a las fuerzas del general de la Cruz, a quien incluso proclamaron presidente. Lo que siguió después fue uno de los hechos más violentos de nuestra historia republicana: el gobernador de Magallanes (Benjamín Muñoz Gamero) y el párroco de la colonia (padre Acuña) fueron fusilados por órdenes de Cambiaso, posteriormente arrojados a una hoguera, sufriendo la misma suerte de otros tantos, incluyendo miembros de la tripulación de dos barcos mercantes extranjeros (en un caso su capitán y en otro su dueño), uno británico y otro estadounidense, que recalaron en Punta Arenas poco después de iniciado el motín. En palabras de Vicuña Mackenna: “Cambiaso quiso, como Nerón, darse el placer de asar vivos a sus enemigos”, agregando que el incidente “abrió de par en par las puertas de la próspera colonia de Punta Arenas a todos los demonios del crimen”. Otras muchas atrocidades siguieron: cuatro patagones (Kawéskar) fueron también ejecutados, y colgados de un árbol para que sus cuerpos pudiesen ser vistos por otros patagones a modo de amedrentamiento. Finalmente, la colonia fue quemada y destruida antes de que Cambiaso decidiera partir con los dos barcos secuestrados y la colonia casi entera a bordo de los mismos, a principios de enero de 1852, luego de 6 semanas de violencia y desenfrenos. No hay espacio en esta breve columna para mayores detalles, pero finalmente Cambiaso y sus seguidores fueron apresados (a lo que ayudó una contra-revolución contra Cambiaso en el barco que lo transportaba), traídos a Valparaíso a fines de febrero de 1852 (previa parada en Chiloé), donde enfrentaron la justicia nacional.

El arribo a Valparaíso fue presenciado por más de 10 mil personas. Luego de un breve juicio, el 4 de abril de 1852 Cambiaso fue degradado de su rango militar, fusilado y descuartizado, todo enfrente de una curiosa multitud de miles de personas en el puerto, totalizando casi la mitad de la población porteña. Según Bunster, el descuartizamiento fue ofrecido a un reo común a cambio de su libertad, ante la ausencia de voluntarios para ejecutar esa parte de la sentencia, quien estuvo “más de tres horas aserrando los miembros del ensangrentado cadáver”. Posiblemente el puerto no recuerde una escena más violenta en todo el siglo XIX.

Los sucesos arriba descritos son bien conocidos. No obstante, una arista, hasta ahora casi desconocida de esta historia (investigación de Llorca-Jaña & Navarrete Montalvo), es que el gobierno de Montt, a través de su canciller Antonio Varas, y ante el pobre estado de la armada chilena de aquel entonces, solicitó la ayuda inmediata del comandante británico a cargo de la Estación Naval Británica en el Pacífico. Fue la armada británica la que envió dos barcos de guerra a la zona del motín, rescatando a los colonos-tripulantes de las embarcaciones extranjeras secuestradas (básicamente toda la colonia), y asegurando que Cambiaso y sus hombres fuesen traídos a Valparaíso. Sin la intervención británica, expresamente solicitada por Varas, seguramente muchas más muertes hubiesen ocurrido: Chile no tenía en ese momento la logística necesaria para sofocar rápidamente un motín como el liderado por Cambiaso en un lugar tan distante.

El Motín de Cambiaso da cuenta de varios hechos, algunos de los cuales tienen relevancia en la actualidad: la disparidad de recursos entre las regiones distantes y la capital; las posibles consecuencias del abandono por parte del estado de regiones “remotas”; las consecuencias de reclutar personal no apto para el ejército u otras reparticiones del estado (y la falta de controles mínimos); las consecuencias del sobre-poblamiento de los penales; la fragilidad de la construcción del estado; las consecuencias negativas de no tener un apropiado sistema de transportes y comunicaciones; y la dependencia de potencias extranjeras ante nuestra incapacidad de resolver problemas propios. A 170 años del motín, muchos de estos problemas persisten.

Publicada en La Segunda.

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