50 años no es nada

10 de Septiembre 2023 Columnas

Lejos de que mañana, 11 de septiembre, aparezca como una fecha en la que Chile dé un ejemplo de humanidad, reconciliación o reflexión, estos días han mostrado una polarización y retroceso altamente preocupantes.

Aquello dista enormemente de lo sucedido en países más desarrollados. Por ejemplo, en 1988, cuando se recordó el quincuagésimo aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial, se creó un grupo de trabajo ligado a la ONU en el que se comprometió un esfuerzo sistemático para recordar, educar e investigar lo sucedido en el holocausto, entendiendo que la educación es precisamente la mejor arma para evitar repetir la historia.

Pero muy distinto es lo que se vio esta semana en Chile, donde en vez de escuchar conceptos como “reflexión” y claridad sobre mínimos comunes que debieran ser obvios, vimos reaparecer discursos insólitos no solo en política, también en medios, redes sociales y en las calles: al parecer volvimos a un tiempo muy lejano, pero tristemente presente.

#El acuerdo del desacuerdo. El gobierno intentó improvisadamente generar un gran acuerdo en el que todas las fuerzas políticas se comprometieran en pos de la democracia y los derechos humanos. A última hora, sin fuerza, sin un guion consensuado ni negociaciones previas, el Ejecutivo presentó su propuesta y convocó a la derecha.

Pero la oposición, tratando de sacar siempre -sea cuál sea la de turno- el mejor de los raspados de la olla, aprovechó el momento para darle un nuevo portazo en la cara al presidente. En vez de mirar hacia atrás para no repetir lo que supuestamente aprendimos, pareciera que algunos buscaron sus diarios de vida para revivir casi textualmente hasta palabras que no se escuchaban hace tiempo.

Y entonces, el desacuerdo revoloteó en ambos extremos: regresaron los “momios” y los “upelientos” en toda su magnitud.

#Eslogan contra Eslogan. En las conversaciones de pasillo y para qué decir en redes sociales, los jóvenes se vistieron con patas de elefante y minifaldas, retomando incluso el lenguaje de varias décadas atrás, pese a que no estaban ni en los pensamientos del universo todavía. Así, en personas que no sobrepasan los 22 años, volvieron conceptos que invalidan la existencia de derechos humanos fundamentales (incluya ahí todos los garabatos de moda) e incluso cuestionan la existencia de los detenidos desaparecidos.

Volvió también con fuerza el capitalismo neoliberal como fuente de todos los males, la burguesía que le “roba” al “pueblo” o los “criminales de derecha” que siguen al “imperialismo”, junto con el “pronunciamiento” militar que no fue dictadura. Menos mal que la “dictablanda” no llegó al menos a mis oídos.

Y no, lector o lectora, no estamos en 1973. Ha pasado medio siglo.

#Qué Febril la Mirada. El reconocido tango del argentino Carlos Gardel hablaba de que “20 años no es nada”, pero en Chile parece ser que 50, tampoco. Pese a todos los mea culpa naturales o forzados, seguimos en la misma rueda. Una en la que recién el asesinato cobarde del cantautor Víctor Jara recibe justicia y en la que el hecho de que el gobierno lance un nuevo plan de búsqueda no es relevante para los medios. El New York Times debe estar desactualizado periodísticamente, pues decidió publicarlo en portada. Errores del primer mundo.

En la vereda del optimismo, se puede rescatar que el trabajo editorial, cultural y musical en torno a los 50 años sí ha dado muestras de madurez y reflexión. Han proliferado nuevos libros y visiones distintas sobre lo ocurrido, que han invitado a pensar, a entender, a educar. Y eso se celebra.

Pero mientras las ideas continúen de un extremo al otro, solo demostramos la deuda de la generación sobre 40 años, que no hemos sido capaz de transmitir a los más jóvenes la importancia del respeto de los derechos fundamentales, de la democracia y de la empatía básica de entender que el otro –sin importar sus ideas políticas, religión, identidad sexual y un largo etcétera- es un igual y que también sufre. Y que el adherir a un lado u otro del espectro no lo hace menos hombre, menos mujer ni, tampoco, como volví a escuchar esta semana con un gran escalofrío, “humanoide metamorfoseado”.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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