La tecnología moldea el tono que tendrá la conversación y deliberación democrática, pero no cambia los valores y prácticas que la ciudadanía y la política tiene.
Y si bien es entendible que los intereses de las generaciones por venir solo puedan ser imaginados por quienes la redacten en su momento, como nunca, ahora es posible y necesario reflejar directamente los intereses de las generaciones que más tiempo se verán afectados por el nuevo texto: niñas, niños y adolescentes (NNA).
No existe evidencia suficiente que compruebe la efectividad del aprendizaje online, ni si estas nuevas formas de aprendizaje pueden agravar la percepción de crisis o dificultar el desarrollo de los niños.
Debemos de forma creativa generar los canales para incorporar a la ciudadanía digital, sus lenguajes, códigos, normas y sistemas de información al quehacer de la democracia.
No podemos excusarnos en los eslóganes de “nativos digitales” versus “inmigrantes digitales”, esa aproximación solo generará una generación de “huérfanos digitales”.