Andrea Rojas se define como una mujer curiosa, con una inagotable avidez por introducirse en distintas áreas del conocimiento. Debido a esto, y mientras buscaba un programa enfocado en la innovación, llegó al Magíster en Gestión y Emprendimiento Tecnológico. “Cuando vi la malla de estudios, mi única duda era si debía tener formación en Tecnologías de información. Pero en la entrevista de admisión, el director del programa me aclaró que todos llegaban desde distintas disciplinas, que podía nutrirme de mis compañeros y, a la vez, aportar desde la visión del mundo del financiamiento y administración de negocios, que eran mis especialidades”, cuenta.
Según sus palabras, el programa cumplió todas sus expectativas, en especial debido a su amplia variedad de contenidos. “Pasamos por los temas del design thinking, donde enseñan el pensamiento de diseño, que tiene mucho que ver con la empatía con el usuario, el beneficiario de un servicio. Es pararse desde la perspectiva de quién usa o necesita algo, desde un problema y cómo pasas a transformarlo en desafío”, ilustra.
En temáticas de innovación, Andrea asegura que el punto de partida es mirar las cosas desde otro foco, pero además, en el conocimiento profundo de las necesidades de los clientes. “Tú vienes seteado de la formación profesional para entregar respuestas y soluciones rápidas, pero nos falta ver qué es lo que le hace sentido a las personas que van a necesitar un servicio o producto, identificar qué les pasa y qué necesitan. Escuchar, ver, nosotros nos miramos y escuchamos teniendo ya las respuestas. Hay todo un mundo que tiene que ver con abrir las puertas y poder entender dónde está el cliente que se enfrenta a una dificultad, que desconoce o no sabe interpretar bien lo que le pasa. Hay que buscar esos desafíos para resolverlos. Esta nueva dinámica de enamorarse del problema, es súper importante”, asegura.
Metodología al servicio de la innovación
Según Andrea, la creatividad e ideas nuevas no surgen solamente de una mente maestra. Gracias al programa, ella comprobó que existe toda una metodología para ir testeando los avances en función de la satisfacción de los clientes. “La idea es ir implementando los avances en ambientes controlados, aprendiendo qué es lo que funciona y lo que no. De esta forma, se valoran las ideas de todos, no desechándolas a la primera. Para mí, al igual que para nuestros compañeros, esa parte fue una revelación”, asegura.
Otro módulo que llamó su atención fue el de habilidades personales, en donde el objetivo principal era la escucha activa. “Ese tenía como foco el cómo hacer distinciones e identificar a los enemigos del aprendizaje. También cómo proteger la propiedad intelectual, cómo generar marca, cómo registrarla y cuidarla. La distinción entre un invento y lo que puede ser una innovación, cómo miramos la tecnología y cómo puedes valorizar un potencial negocio asociado a innovación. Esto porque la tecnología, o la unión de diferentes tecnologías, permite hacer cosas que antes no existían”, asegura.
No todo es teoría
Andrea es tajante al contar que el programa no solamente aportó a una actualización de conocimientos, sino que pudo llevarlo rápidamente a su día a día y a su equipo de trabajo. “Lo que le traspasé a mi equipo es que si tomamos algo como un problema, se va a quedar así siempre y se convertirá en un cacho. Cuando lo transformas en un desafío, la energía del contexto es absolutamente distinta y se convierte en una oportunidad”, dice convencida.
Además, recomienda el programa en la UAI por su enfoque en las artes liberales. “Me ha encantado la UAI. Es práctica, tiene un pensamiento más liberal, es más audaz y hay más mix de ideas. Hay profesores de distintas tendencias, eso es muy bueno. Se puede conversar de diversos temas. Todo lo que están haciendo acá, es súper potente”, finaliza.