Tanto la seguridad alimentaria y nutricional -referida al acceso seguro a alimentos de calidad- como la salud mental, son aspectos que han ido empeorando en el tiempo. En base a la necesidad de analizarlos desde una mirada integral, desde la Universidad Adolfo Ibáñez surge una iniciativa para estudiar la relación entre ambos fenómenos.
La investigación se llevará a cabo gracias al financiamiento entregado por el Programa de Apoyo a la Investigación (PAI) de la Dirección de Investigación, que año a año apoya proyectos de académicos de la institución. En este caso, se trata de una propuesta que adjudicó al Concurso de Investigación Interdisciplinario, que reunirá las capacidades de distintos profesionales.
Quien postuló este proyecto y liderará el trabajo es la Dra. Claudia Cruzat, investigadora del Centro de Estudios de la Conducta Alimentaria CECA, profesora titular y decana de la Escuela de Psicología. Desde el mundo de la economía también integran este equipo Dr. Guillermo Paraje, director de Investigación de la Escuela de Negocios, especializado en el estudio de la economía de la salud y desarrollo económico; la Dra. Andrea Repetto, especializada en finanzas públicas e interacción entre economía y psicología; y la Dra. María Nieves Valdés, con énfasis en microeconometría aplicada a economía de la educación, salud y del trabajo.
Desde el área de la Psicología se integran la Dra. Carla Ugarte Pérez del CECA y Escuela de Psicología UAI, que investiga comportamiento alimentario, peso y obesidad y también lidera la iniciativa. Por otro lado, se integran profesionales de otras instituciones como el Dr. Andrés Silva de la Universidad San Sebastián, quien estudia la inseguridad alimentaria, Negocios Sostenibles, Comportamiento del Consumidor y Evaluación de Políticas Públicas; quien se suma a la Dra. Camila Oda del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de O’Higgins, especializada en comportamiento alimentario, estigma de peso, entre otras líneas de investigación.
Estudio: motivación y resultados esperados
Respecto a la motivación por este tema, la directora del proyecto, Claudia Cruzat, revela que “el equipo CECA a nivel de investigación ha abordado temáticas en la línea de problemas relacionados con la alimentación y el peso. Esto principalmente desde factores relacionados con el desarrollo de trastornos alimentarios, por una parte, o bien con factores asociados al desarrollo de comportamientos alimentarios que favorecen la sobreingesta de alimentos, la ganancia de peso y el sobrepeso y obesidad. Un tema relevante que tiene un impacto en las prácticas alimentarias y que no habíamos abordado es la inseguridad alimentaria”.
La profesional complementa con datos que indican que “actualmente, el acceso deficiente a alimentos seguros, nutritivos y suficientes es un problema de salud pública que afecta a más de dos mil millones de personas en el mundo (FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF, 2022) incluidos niños, niñas, adolescentes y adultos emergentes (Tarasuk & Mitchell, 2020)”. Asimismo, en el caso de Chile, explica que existen datos de la Encuesta CASEN de 2017. “Resultados mostraron que el 13,6% de las personas entrevistadas presentaron inseguridad alimentaria moderada y un 3,4% severa”.
La investigadora concluye que “existe evidencia internacional en la asociación de inseguridad alimentaria con síntomas de salud mental. Esta evidencia claramente nos dio luces de hacia dónde guiar la investigación, más aún considerando la población que queremos evaluar (jóvenes y sus familias)”.
Respecto a la metodología, el grupo de estudio serán jóvenes mayores de 15 años de un colegio de la Región Metropolitana, a través del cual se espera descubrir los determinantes de salud mental y seguridad alimentaria y nutricional.
Para finalizar, la directora del proyecto se refiere al impacto esperado, indicando que se espera influir a dos niveles: “el primer nivel, seguramente también el más sencillo, es a nivel de establecimientos educativos. Ello, porque el proyecto tiene como objetivo, con los resultados obtenidos, proponer alternativas para mitigar la inseguridad alimentaria y nutricional y promover la salud mental de los estudiantes y sus apoderados. Nuestra intención es dejar un material escrito en los establecimientos educativos, algo como un Manual de buenas prácticas que incluya elementos a considerar y modificables que puedan tener un impacto en el bienestar tanto de los estudiantes, sus apoderados y los agentes escolares”.
Asimismo, relata que el segundo nivel pretenden contar con datos contextuales que permitan comprender de mejor forma cómo las variables están relacionadas, qué elementos son posibles de modificar y generar un cambio o impacto significativo en la salud de los estudiantes y sus familias, para así entregar dicha información como insumo para el desarrollo de políticas públicas ajustadas a las realidades comunales y sectoriales.