Mis niños griegos

7 de Junio 2012 Columnas

Tuve la suerte de visitar Grecia hace algunos meses. A la vuelta, mientras les mostraba las fotos a los niños, me preguntaron por qué estaba todo en ruinas… Y de la historia de Grecia, pasé a tratar de explicar la crisis.

Esto es como si Graciela recibiera su mesada y el mismo sábado armara una gran fiesta y se gastara casi toda la plata. A medida que avanza la semana y no le va alcanzando, empieza a pedir prestado a su primo Germán, al que le gustan poco las fiestas y prefiere ahorrar. (Del 2000 al 2007, mientras Grecia mantuvo un déficit fiscal de 5.5% del PIB, el de Alemania era de 1%). Su deuda iba creciendo, pero como su mesada también lo hacía, ésta era perfectamente abordable y el interés que le cobraba su primo era consecuentemente bajo. (Durante ese periodo, el crecimiento nominal del PIB en Grecia alcanzó un 8% y la tasa de su bonos a 10 años fue de sólo 4.5%. El nivel de deuda se mantuvo constante en alrededor de 130% del PIB, un nivel completamente abordable). Germán estaba contento porque la alternativa de prestarle en vez a sus hermanos hubiera sido peor ya que a ellos casi no les aumentaba la mesada (Alemania creció 1.5%) como a Graciela (un 4.2% real) porque la de ella era todavía relativamente baja (el PIB per-cápita de Alemania era casi el doble del de Grecia). Y, por lo mismo, las fiestas eran mucho más baratas de organizar y así Graciela comenzó a organizarlas no sólo para ella sino para Germán y muchos de sus amigos. Aunque a medida que lo hacía y su mesada aumentaba debía pagar mayores sueldos a los D.J.s y a los mozos y le cobraban más por el arriendo del local. Esto hizo que la diferencial de costos fuera desapareciendo y ya no fuera tan competitiva (la competitividad real de Grecia cayó un 19% durante esos años). A pesar de ello, seguía siendo mucho mayor que la de Germán.

Bueno, y entonces ¿qué pasó? Pasó que el 2008 todos dejaron de recibir mesada. Germán dejó de prestar porque su mesada caía ¡un 5.2% en 2009! y necesitaba sus ahorros. Graciela, por su lado, necesitaba pedir aún más que antes (el déficit se duplicó a 15%). Si no lo hubiera hecho no hubiese podido pagarle a sus empleados y ahí si que el negocio de las fiestas, tal vez, hubiera cerrado permanentemente. De hecho, en parte por ésto, la venta cayó bastante menos que la de Germán (En Alemania el PIB cayó 5% y en Grecia sólo un 3%). Pero la venta siguió baja y sus deudas comenzaron a acumularse a tal nivel que Germán le subió la tasa de interés ¡al 30% anual! Ahora era imposible de pagar. A menos que la venta se recuperara con fuerza. Esto requería bajar los precios para vender más. Pero también los sueldos para mantener la ganancia por fiesta constante. Lamentablemente, los mozos no estuvieron dispuestos a que se les bajara el sueldo. En un arranque de creatividad, se le ocurrió a Graciela pagar con billetes de Monopoly (o, más bien, Dracmapolis). Pero no podía porque ya hace años había acordado con Germán que usarían sólo billetes de Europolis.

Graciela estaba atrapada! No podía pedir más y no podía usar sus propios billetes. Debía convencer a Germán de que le perdonara parte de la deuda y al que hacía de banco en el juego que sacara hartas fotocopias de los billetes buenos. El problema es que ni uno ni el otro estaba dispuesto porque decían que Graciela volvería a las fiestas privadas para ella y sus cercanos. Ahora, se comprometía más seriamente a no gastar más que su mesad, lo reconsiderarían.

La solución de los billetes del Monopoly no era la panacea tampoco. Si lo hacía podía olvidarse de que le prestaran en el futuro y es posible que tampoco le fuera mejor en el negocio de las fiestas porque el margen podría incluso caer en la medida que los mozos comenzaran a pedir más si se les pagaba con estos billetes. Tampoco le convenía a Germán que los Európolis aumentaran de valor porque haría más caros los equipos de música que se dedicaba a vender. Pero lo más grave era que, de hacerlo, Eugenia e Irma la imitaran.

Como a nadie le convenía una salida de este tipo, era razonable esperar que finalmente Germán y el que hacía de banquero hicieran lo que debían. Ojalá que lo hagan pronto, me dijeron mis hijos, que a esa altura eran ya casi niños griegos.

 Publicado en El Mercurio.

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