La tragedia de Bolsonaro

16 de Octubre 2018 Columnas

Bolsonaro será el próximo presidente de Brasil. De eso pocas dudas caben. Levantando la bandera verdeamarela y ofreciendo lo que su escudo invoca, “orden y progreso”, el ex capitán de ejército se alzará como el salvador de Brasil.

Pero la aventura solo puede terminar mal…

Tal como en las tragedias griegas, todavía estamos presenciando el prólogo, que antecede la entrada del coro. Luego se desencadenarán los acontecimientos, para llegar a la parte final, el éxodo, donde aparecerá la enseñanza. Pero probablemente será demasiado tarde…

En estas semanas se ha resaltado en todas partes su prontuario de frases, que muestran su peculiar forma de razonar: “Al hijo que empieza a verse un poco gay, hay que darle una buena tunda para cambiar su comportamiento”; “hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen, si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire”, son algunos ejemplos. Algunas son antiguas, pero muchas son nuevas. Por ejemplo, el año 2016 -es decir, ayer- dijo que el error de la dictadura “fue torturar y no matar”. Y, en lo que puede terminar siendo premonitorio, hay que acordarse de lo que dijo hace 20 años, en una entrevista en televisión, donde anunció el cierre del Congreso en caso de ser elegido Presidente: “No hay la menor duda, daría golpe el mismo día, hacia el mediodía”.

La llegada al poder de Bolsonaro se puede explicar como fenómeno. Un país hastiado de la delincuencia, de la corrupción, del Partido de los Trabajadores. Así, los brasileños han elegido a un caudillo para solucionar mágicamente los problemas. Cosa que no ocurrirá…

Pero una cosa son las explicaciones del porqué y otra, las consecuencias de elegir a un iluminado, fanático y radical.

En estos días he recordado la conversación que tuve con un venezolano el año 1998, en Estados Unidos, el día de la elección de Chávez en Venezuela. Recuerdo que me dijo: “No te preocupes tanto, llegando al poder se va a moderar y la institucionalidad lo va a frenar”. El resultado está a la vista…

Hoy muchos piensan lo mismo de Bolsonaro: No es tan radical, mucho de lo que dijo ya no lo piensa, la izquierda es peor, los ministros lo van a contener, el poder lo va a moderar…

Y probablemente se equivocarán…

Grados más, grados menos, lo de Brasil no es un hecho aislado en el mundo. Su aparición va de la mano con el debilitamiento de los compromisos democráticos de izquierdas y derechas. Tras siglos de convulsiones, guerras y confrontaciones ideológicas, el final del siglo XX nos engañó haciéndonos creer que habíamos logrado ciertos consensos permanentes. De ahí el entusiasmo de Fukuyama de proclamar el “fin de la historia”. Los izquierdistas eran moderados y los derechistas también. Todos convivían y brindaban en el centro. Blair, Chirac, Clinton, Lagos y Berlusconi, todos pensaban más o menos igual. Y ello iba de la mano del extremo cuidado en el lenguaje.

Hoy eso se está acabando. Y la confrontación vuelve a tener el rol que ha tenido siempre en la historia.

Y así como las clases populares se entusiasman con alguien que mate a los delincuentes y los fanáticos religiosos con las banderas “valóricas”, el mundo empresarial empieza a mirar -miopemente- a Bolsonaro como una buena solución para Brasil. Como si bajar impuestos y privatizar empresas por sí mismos, y abstraído de la complejidad social que significa el poder, fuera suficiente. Para peor, Bolsonaro es un “liberal económico” de última hora, ya que siempre fue un estatista. Y nada dice a que a la primera, como buen ex militar, salte de una trinchera a otra.

Los Trump, los Duterte, los Maduro y ahora los Bolsonaro nos deben hacer apreciar tener presidentes moderados, que -más allá de aciertos y errores- transitan por la avenida de la sensatez y la mesura. El problema es que ese estilo parece empezar a ser poco sexy , lo que hace probable que en las próximas elecciones -comandados por José Antonio Kast, pero acompañado de varios otros- aparezcan candidatos bolsonarizados en Chile.

A menos que, como en las tragedias griegas, el protagonista sea condenado a muerte por los dioses, y se muestre al mundo la lección de haberse equivocado tan estrepitosamente…

Publicado en El Mercurio.

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