Agujeros negros y pintura barroca, más allá de las certezas del conocimiento

1 de Abril 2024 Columnas

A comienzos de 2024, el Telescopio del Horizonte de Eventos publicó una nueva imagen del agujero negro gigante de la galaxia M87. Esta se suma a las obtenidas en los últimos cinco años, confirmando la existencia de estos enigmáticos objetos.

Las imágenes muestran un anillo luminoso rodeando una zona oscura. El agujero negro propiamente tal no brilla. La luminosidad observada es producida por el gas caliente que está cayendo en un vertiginoso movimiento en espiral. La oscuridad central corresponde al horizonte del agujero negro; la luz del gas que ya cruzó esa frontera no puede escapar y, por lo tanto, no alcanzamos a detectarla.

Estas imágenes nos hacen pensar en la pintura barroca y la técnica del claroscuro desarrollada por sus grandes artistas. Caravaggio, Velázquez, Bernini. Pintores del siglo XVII que continúan maravillando con los contrastes logrados entre áreas de luz y sombras, provocando una densidad atmosférica y una sensación de misterio en su iconografía. Esta no solo fue una destreza técnica, sino que desempeñó un papel crucial en la creación de atmósfera, emoción y significado de lo visto. El Barroco fue el arte de la Contrarreforma y permitió a la Iglesia católica revitalizar la fe en sus creyentes, y aplacar el impacto de las ideas luteranas al crear representaciones fascinantes y numinosas. Mediante el claroscuro el artista iluminaba selectivamente fragmentos de la composición, permitiendo que el observador se sintiera parte de un secreto ad portasde su revelación. El uso de candiles y ventanas laterales en las artes generaba la justa luz para esbozar el ambiente y los personajes; comprometiendo la oscuridad reinante al cuestionamiento del observador. En las penumbras, escondidos entre las formas y definiciones inacabadas, objetos y personajes captan nuestra atención y nos preguntamos: ¿Qué es lo que hay allí?

Agujeros negros y pintura barroca. Un fenómeno astronómico y un estilo pictórico que comparativamente nos conducen a un curioso estadio común. Ambos nos conectan con preguntas existenciales y espirituales que están más allá de las certezas del conocimiento. El misterio del claroscuro y la profundidad de lo desconocido procuran un estado sublime al no poder ver ni comprender, en su totalidad, el mundo que se nos muestra. Nuestra breve y pequeña existencia queda desnuda al mirar un agujero negro, cuya gravedad es tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar de él. ¿Por qué nos maravilla la imagen, al parecer sencilla, de claroscuro con el que se presenta? Nos afecta y emociona estar frente a un objeto celeste que suscita más preguntas que respuestas, que nos hace reflexionar sobre nuestra vida y pone en perspectiva nuestros problemas temporales y cotidianos.

La imagen del agujero negro nos propone un camino de dinamismo intelectual y de profundo drama espiritual, semejante a Aparición del ángel a San José (1640) de Georges de La Tour. Mediante una tenue luz de vela, parcialmente velada por la mano del ángel, nos introduce a un misterio fundacional de la fe católica: la llegada de Jesús al vientre de María, la Virgen madre. De forma semejante, Rembrandt van Rijn en Filósofo en meditación (1632) nos adentra a una forma áurea en donde posiciona al sabio recibiendo desde la ventana la luz del universo, mientras una anciana atiza las llamas de la cocina.

La luz y la sombra en los agujeros negros y las pinturas barrocas nos asombran. El observador está frente a lo desconocido y se entrega a la exploración intelectual, donde las preguntas críticas sobre el hombre, los dioses, el tiempo y el espacio no tienen límites.

Publicado en: El Mostrador

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