El valor de la lectura femenina

Hoy, ver a una mujer leyendo no nos llama la atención, sin embargo a comienzos del siglo XX, este hecho significó un cambio radical en la imagen femenina: desde dueñas de casa hasta mujeres obreras encontraron en la lectura un espacio de modernidad e inclusión.

Este nuevo imaginario de lectura captó el interés de las académicas de la Facultad de Artes Liberales Antonia Viu y Claudia Darrigrandi, mientras realizaban – junto a la investigadora Cielo Ospina- el proyecto Fondecyt “Representaciones e imaginarios de la lectura en la narrativa chilena de 1940 a 1960”, que analiza las representaciones e imaginario de esta actividad durante la primera mitad del siglo XX.

“Nos llamaron la atención las imágenes muy llamativas de mujeres que leen por diversas razones y de distintas maneras, retratadas en Zig- Zag, que fue una de las revistas más leídas en ese tiempo en Chile”, sostiene Viu. Para las investigadoras estas representaciones tenían un trasfondo: mostraban que la lectura era algo novedoso, atractivo y una práctica altamente valorada por las mujeres. Asimismo, constituía un índice de modernidad, situación que la publicidad comenzó a aprovechar. “La mujer lectora atraía la atención de los consumidores”, agrega la académica.

Esta consolidación de la instrucción femenina analizado por las investigadoras UAI fue tomado por el sitio Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional y plasmado en el sitio de la Revista Zig-Zag (1905-1964), a través de cápsulas con las fotografías e ilustraciones de  mujeres lectoras de diversas edades, profesiones y clases sociales. “La lectura estaba muy controlada para ellas y a medida que pasa el siglo veinte la imagen de la mujer como lectora, como consumidora en general, pero consumidora de libros e impresos, adquiere fuerza”, afirma Claudia Darrigrandi.

En el proyecto Fondecyt las académicas abordaron diferentes prácticas, formación de comunidades, imaginarios y autofiguraciones  en torno a la lectura. Además su trabajo muestra que hay distintos soportes y que no solo se leen libros, sino también revistas, folletines y hasta las imágenes y, que estos formatos, revelan qué identidad social o cultural tienen sus lectores: “no era lo mismo que una mujer leyera novelas con carácter educativo o una revista con folletines rosa”, recalca Darrigrandi.

Para Viu, en las cápsulas – que contienen dibujos, fotos de reportajes y fotos publicitarias- se centraron en poder ver qué pasaba cuando las mujeres diversificaban lo que leían, además de las actitudes que mostraban al leer, la disposición de sus cuerpos y la escenificación en que el fotógrafo o el ilustrador de la revista proponía para la lectura cuando se trataba de mujeres.

La importancia de esta investigación es para Darrigrandi, el poder mostrar las significaciones sociales y culturales de la lectura que en ese tiempo les dio a las mujeres: “es una forma de dar cuenta de cómo se han insertando en espacios que antes le estaban vedados, un signo de prestigio y que les permitió el ascenso social como es poder estudiar o conseguir un mejor trabajo”, explica.

Asimismo, ambas investigadoras destacan que el hecho de que estas cápsulas sean fruto del trabajo colaborativo entre la UAI y la Biblioteca Nacional y que se encuentren en un sitio abierto a toda la comunidad, logran uno de los propósitos de la UAI, que es conectar a la universidad con un público mucho más amplio: “es importante que la investigación que los profesores realizamos pueda llegar a cualquier persona”, enfatiza Viu.

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