La Escuela de Comunicaciones y Periodismo se hace cargo de los desafíos que proponen las nuevas redes digitales, convirtiéndolas en una oportunidad para estar más cerca de la información y formar así, profesionales responsables en estos contextos, así explicó la decana de la Escuela, Magdalena Browne en la primera conferencia internacional de Cultura Social Media.
Brooke Erin Duffy, académica del departamento de Comunicación de la Universidad de Cornell investiga la relación entre producción cultural, tecnologías digitales y trabajo en la era digital, en su último libro explora la visibilidad e invisibilidad de los influenciadores de Instagram, tema que compartió con los estudiantes de la Escuela de Comunicaciones en la UAI.
Un trabajo invisible
¿Es recompensado el trabajo que realizan los creadores de contenidos en redes sociales? Brooke Erin Duffy entrevistó a diversos influenciadores en Estados Unidos para revelar el trabajo que implica ser un creador de contenido digital, y la valoración que recibe por parte de las grandes empresas, y descubrió que “a las personas que trabajan en redes sociales no se les recompensa justamente, las marcas creen que no se les debe reconocer como trabajo, de alguna manera, intentan explotar a los influenciadores”, acotó.
En este contexto, Brooke describe el desempeño de los influenciadores como un trabajo invisible y devaluado, ya que económicamente no se compensa y requiere de una permanente activación, “quienes se dedican a ser creadores de contenidos digitales tienen la visibilidad como propuesta de valor, y tienen que pensar permanentemente en cómo posicionarse, y ese trabajo no es valorado por las marcas que creen que deben mostrar sus productos gratis”, agregó.
Tal visibilidad genera una hipervisibilidad, que lucha con la vulnerabilidad de los influenciadores, la cual es producto de su alta exposición, es decir, deben enfrentarse a ciertos abusos y mal tratos por parte de los seguidores. El estudio de Brooke indica que Instagram es el sitio número 1 en el que los influenciadores reciben mensajes de odio, un tema que – al no ser valorado como un trabajo – no tiene ninguna protección ni resguardo, los creadores de contenidos en redes sociales se ven expuestos a la vulneración.
Samuel Woolley, académico de University of Texas, Austin y director de investigación del Laboratorio de Inteligencia Digital (DigIntel) en el Institute for the Future exploró la propaganda computacional y la desinformación.
Fake News y propaganda electoral
“Hoy la comunicación política y el marketing online pueden hacer lo que quieran, no hay fiscalización, todos dicen lo que quieren” comenzó planteando Samuel Woolley, quien explicó que el alcance de la nuevas tecnologías ha permitido hackear la opinión pública, hackear las comunicaciones.
La manipulación de información a través de las redes sociales para generar impactos en la sociedad por intereses políticos es una realidad, Woolley ejemplificó con diversas campañas políticas en el mundo, desde la candidatura de Donald Trump a la presidencia hasta la última elección en Brasil, “es tan grande la desinformación que existe en redes sociales, que genera impacto en decisiones importantes de las personas. Hoy cualquier puede generar contenido”, dice.
Bots
Las nuevas tecnologías permiten comprar alcance, “me gusta”, interacción y perfiles automatizados que se traduce en popularidad digital. Un contenido puede tener un alcance masivo generado intencionalmente con el objetivo de manipular la forma en que las personas están viendo el mundo e interpretan la política. “Los Bots pueden hacer que parezca que diez mil personas atacaron una cuenta, cuando son solo cinco que lo manejan a través de cuentas automatizadas”, ejemplifica.
Con el fin de informar a la ciudadanía sobre estos fenómenos, es que Samuel Woody a través del Digital Intelligence Lab busca traspasar estos conocimientos a la sociedad, para que den cuenta de cómo la tecnología impacta en la forma en que nos estamos comunicando.