Volver a clases en el año 1978

9 de Marzo 2018

Los inicios de clases siempre resultan complicados para los padres y los alumnos, en especial ahora que estos disponen de una serie de distracciones que se enfrentan con un sistema educacional que parece estar cada vez menos adaptado a sus competencias, intereses y habilidades.

Aunque en los establecimientos con más recursos el data show ha reemplazado al proyector de transparencias, la arquitectura, diseño y mobiliario de las salas de clases se mantienen, prácticamente, inalterados durante medio siglo.

En el mes de marzo de 1978, el himno nacional marcaba el inicio del año escolar en una ceremonia que iba acompañada por la lectura de un discurso del ministro de Educación que, en el contexto del Gobierno Militar, era un contraalmirante de la Armada. Asimismo, en el ámbito regional, la máxima autoridad educacional era un coronel del Ejército, quien ejercía como director general de Educación en Valparaíso.

A este protocolo había que agregar otras disposiciones generales que tenían relación con la preocupación por la presentación de los alumnos. Aunque el uniforme no ha variado mucho, se ponía énfasis en que para las alumnas el pelo debía ir tomado, estaba prohibido llevar alhajas y maquillaje. Y, en el caso de los varones, se prohibía el pelo largo. Se permitía un corte regular, en el que pelo 110 podía exceder el cuello de la camisa. Los piercing, tatuajes y teñidos extravagantes estaban todavía a años luz, aunque ya se hablaba de los “punks” ingleses, un grupo que, para horror de la prensa local, se “enorgullecía de ser sucio y repelente”.

Coherente con esto, la propaganda del Ministerio de Educación, difundida a través de los medios, enfatizaba en la importancia de la educación para convertir al niño en “un joven útil a tu patria”. El llamado también estaba enfocado en que los padres se preocuparan de la educación de sus hijos: “El triunfo de su hijo -decía otro aviso- es suyo y de Chile (…) El Estado, en los liceos comparte con usted la responsabilidad de formara un nuevo ciudadano”, dictaba el Ministerio.

Según un reportaje de La Estrella de 1978, los alumnos se habían aburrido durante sus vacaciones por la falta de atracciones en el Puerto. Entre las escasas entretenciones estaban la playa, el Festival de Viña del Mar, reunirse con amigos y por supuesto, el cine.

En una época donde no había cable ni Netflix, el cine era por sólo $ 30 pesos, un buen panorama. Ese año había una decena de cines en Valparaíso tres en Viña del Mar, dos en Quilpué y uno en Villa Alemana. No todos los títulos de las películas son reproducibles en este Diario, pero algunos filmes de esa época pasaron a la historia como “Los paraguas de Cherburgo”, que se estrenaba en el cine Arte de Viña del Mar, y la exitosa “Tiburón” daba sus últimas tarascadas en el cine Imperio de Valparaíso.

A pesar de esta parrilla cinematográfica, los estudiantes igual se aburrían, algunos, incluso, llegaban al punto de ansiar el regreso a clases. Sin redes sociales de por medio, terminaban extrañando a sus compañeros y profesores.

También por esos años surgía un invento que parecía revolucionar la educación científica: la calculadora electrónica. De la misma forma como hoy en día se debate respecto al uso de los celulares en clases, un reportaje cuestionaba el invento: “Un niño no puede saber matemáticas mientras duren las pilas de su calculadora… ¿Y si se le agotan?”, reclamaba una profesora a La Estrella de 1978.

Después de cuatro décadas, la discusión se centra ahora en los celulares y si debe o no incorporarse su uso como herramienta pedagógica. El himno, las autoridades militares y discurso patriótico, en cambio, aparecen lejanos en el tiempo. Por último las explicaciones de los apoderados sobre la necesidad de ir al colegio y la ansiedad de los niños antes de empezar un nuevo ciclo se mantienen inalterables, aunque ahora con los niños de 1978 ocupando el rol de padres.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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