Viudos de Lagos

15 de Abril 2017 Columnas Noticias

Son personas importantes, pero no son tantos. Sino, el hombre seguiría en carrera. Lagos aludió a aquello en su discurso final, cuando dijo que el afecto que ha recibido no se reflejó en un apoyo ciudadano suficiente. Y claro, un candidato sin votos no sirve. Este no es un problema de los tiempos que corren, como gritan algunos. Así ha sido siempre.

Lagos sabe esto mejor que nadie. Durante su gobierno, fue él quien inventó a Bachelet. La impuso como candidata cuando nadie sabía mucho de ella. Solo que era simpática y que tenía apoyo en las encuestas. Bueno, los socialistas aprendieron de aquello y hoy nominaron a Guillier. Por eso, este no es el fin de la historia como dicen algunos; es simplemente un intento desesperado de repetirla. Sí, desesperado, porque todo indica que esta vez no les resultará.

Porque la gente, esa forma casi despectiva de referirse a todos menos a unos pocos iluminados, también parece haber entendido la lección más importante: no quieren otro gobierno de izquierda. Por eso no apoya a Lagos, pero tampoco a Guillier en forma importante. El dueño de los votos hoy, el que tiene la mayor probabilidad de ser el próximo presidente, es Piñera. Por eso, este no es un vuelco a lo light, a la falta de ideas, al discurso fácil, como gritan algunos. Es un vuelco a la derecha. Y dentro de ese sector, apoyan a la persona con más experiencia e ideas más claras. La gente, en suma, tampoco quiere seguir improvisando.

Entonces, esto no es el fin del mundo, ni estamos frente a la pérdida de la cordura. Es más bien lo contrario. La mayoría se agotó de experimentos tipo Bachelet. Y razones para ello sobran. Basta mirar cómo está el país. Lo light o la locura sería reelegir a los mismos que son responsables de lo sucedido en estos años. Y Lagos, hay que decirlo, no supo diferenciarse. Porque, en su afán por conseguir votos, comenzó a desvirtuar su discurso, a coquetear con la izquierda extrema, al punto de traicionar su propia historia. Incluso, en su despedida, señaló que su afán era impedir una ola de restauración mercantilista y conservadora que puede durar muchos años. Y, acto seguido, dijo que nadie lo siguió en aquello. Porque la mayoría sabe que esa es un caricatura de la derecha.

En suma, no era el tiempo de Lagos y, como van las cosas, tampoco el de ningún otro de su sector por carismático y simpático que sea. El país quiere algo distinto. Por eso, tampoco esto es una afrenta a Lagos, ni a su estilo. Menos, como dice, que la derecha tenga ganado todo por muchos años. En política, el futuro nunca está asegurado. Se gana día a día.

Pienso que, en el fondo, Lagos entiende esto. Al final de su discurso, sin dramatismo y sin recriminaciones, simplemente dijo: “amigos, la vida continúa” y repitió por segunda vez en su vida, “sé escuchar la voz de pueblo, sé someterme a su veredicto”, en una muestra más de su grandeza republicana. Por eso, sus viudos debieran aprender de él, y en vez de incendiar el país, simplemente aceptar que el país quiere otra cosa. Y no hay que ser un intelectual para entender que tienen razones para para aquello.

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