Versión sin arrugas

8 de Octubre 2017

Todos mentimos: para protegernos, para proteger a los demás, por piedad, por temor, por egoísmo. La vida privada y pública está llena de mentiras, a diario, con y para todos, interminablemente. En rigor, no seríamos lo que somos sin ese universo de mentiras que mantenemos en secreto frente al mundo, que se oculta a través de nosotros. En cada silencio, en cada palabra, hay un dejo de trampa y falsedad, proyecciones de una realidad ilusoria que conciente o inconscientemente usamos para instalarnos frente a los otros.

En política, la mentira es aun más determinante, elemento central e inevitable del esfuerzo desplegado por el poder para hacer de las suyas. Los poderosos no puede vivir sin mentir, sin encubrir sus miserias ni sobredimensionar sus escasas virtudes. Pero hay un límite, fijado por la mínima necesidad de que la opinión pública crea en aquello que se le dice o, al menos, en intentar que dicha credibilidad sea posible. Cuando ello se ha descartado, cuando ese esfuerzo ni siquiera se realiza, estamos en presencia de un deterioro de otro calibre.

Eso fue, precisamente, lo que presenciamos esta semana: un gobierno que no solo nos mintió de manera descarada, sino que ni siquiera tuvo la intención de ocultar sus mentiras. En efecto, el país fue testigo de una tensión política provocada por el esfuerzo legítimo realizado por el Ejecutivo, con el objeto de desactivar una huelga de hambre llevada a cabo por comuneros mapuches. Las desinteligencias de la forma en que se realizó ese giro dejaron sin embargo al subsecretario del Interior -Mahmud Aleuy- descolocado y sin piso político. A ello se agregaron después las críticas públicas del ministro Barraza a la estrategia impulsada hasta ese momento por La Moneda. En ese contexto, los medios de comunicación hicieron su trabajo y todos los antecedentes recabados coincidieron en que el subsecretario Aleuy, molesto por la desautorización, decidió presentar su renuncia al cargo.

Pese a las evidencias, el gobierno tomó la decisión de no reconocerlo, de negar el descuerdo político afirmando que, ‘justo’ en medio de esta controversia, el subsecretario decidió ‘irse de vacaciones’. La Presidenta Bachalet no tuvo problema en mirarnos a la cara y señalar que Aleuy optó por hacer uso del feriado legal, debido a que en febrero no pudo tomar días de descanso debido a los incendios forestales. Una versión que luego quedó también en entredicho, debido a que aparecieron antecedentes que confirman que el subsecretario sí tomó vacación durante el verano.

Al final del día, el resumen de este episodio fue la mentira flagrante, la decisión de la autoridad de negar las evidencias públicas sin importarle que nadie creyera su versión. En esa lógica, se entiende también que no le importen su impopularidad, el mayoritario rechazo a sus reformas, el probable triunfo de Sebastián Piñera, el patético final de la coalición que lo sustenta. Todo da lo mismo, salvo la delirante obsesión por un lugar en la historia que nadie sabe cómo va a poder consagrarse con este conjunto de realidades en contra.

Un gobierno al que simplemente dejó de importarle lo que gente piensa o cree de él, esta semana dio una clase magistral de lo que es mentir sin arrugarse.

Publicado en La Tercera.

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