Valparaíso en tiempos de guerra

20 de Enero 2017 Columnas Noticias

Durante mucho tiempo, el 20 de enero fue motivo de celebración a raíz del triunfo de Chile contra la Confederación Perú-boliviana. Un conflicto estrechamente vinculado a la historia del puerto de Valparaíso.

El ministro Diego Portales fue uno de los principales impulsores de la idea de que Chile no podía soportar la unión de Perú y Bolivia en una Confederación. Su experiencia comercial en Lima, primero, y el desarrollo de sus negocios en el puerto de Valparaíso, en segundo lugar, lo llevaron a tal convencimiento. La hegemonía comercial que ejercía nuestro país sobre Perú desde la Independencia era amenazada por el proyecto del general boliviano Andrés de Santa Cruz.

Portales involucró a Chile en una guerra que muchos consideraban innecesaria y que para algunos militares constituía un suicidio. Esta fue la razón por la cual un grupo de oficiales, liderados por José Antonio Vidaurre, se rebeló en Quillota, pequeña revolución que acabó con el ministro en cuestión asesinado en el cerro Los Placeres.

Los porteños fueron los primeros en recibir la noticia de que los revolucionarios se acercaban a puerto y para ello se armaron para bloquear el paso en la quebrada de Cabritería, entre el cerro Placeres y Barón. Gran parte de los defensores eran ciudadanos comunes que se habían enrolado en las guardias cívicas creadas por Portales y que se entrenaban los fines de semana. También colaboró un centenar de peruanos que, contrarios a Santa Cruz, lucharon en defensa del Gobierno chileno.

Aplacada la revolución, los culpables fueron condenados a muerte y ejecutados en la antigua plaza Orrego, ante la expectación de los porteños que vieron cómo los culpables desfilaron resignados a enfrentar su fatal destino. La imagen de los traidores contrastaba con la de Portales, quien a esas alturas ya era un mártir. Por esta razón, se solicitó conservar su corazón en la Iglesia La Matriz.

Manuel Blanco Encalada prosiguió la campaña por la que Portales había dado su vida. Una incipiente industria local se dedicó a preparar todos los detalles que implica armar una expedición. Los avisos del El Mercurio de Valparaíso de hace 180 años dan cuenta de este movimiento. Hay llamados a que los herreros que desearan ocuparse al servicio del Estado se presentaran para componer diversos tipos de pernos, argollas, cureñas, pistolas, etc. También se avisa a los boticarios que se necesitaba comprar jarabe de rosa, piedra infernal, cremor tártaro, vendas y otro tipo de remedios. El mismo diario informaba al público que para la corbeta Libertad se requerían ochenta camisas de brin y gorros escoses para los marineros, pantalones de paño ordinario, etc.

Asimismo, un comerciante de apellido Thompson ofrecía un completo servicio de comida para los oficiales mientras hicieran su viaje a Perú. El menú incluía, entre otras cosas, conservas de ave y ternera fresca para el almuerzo, huevos y jamón para todos los días. Sopa diaria de arroz o fideo, frijoles o garbanzos y papas para la comida y té, galletas y mantequilla para la noche. Se agregaba vino de burdeos para todos los días y como postre, orejones dulces unos días y otros budín.

El crimen del ministro e, igualmente, los movimientos de comerciantes y artesanos interesados en participar en la preparación de la expedición, hicieron que esta guerra tuviera una especial relevancia para el puerto de Valparaíso. Hay que imaginarse una ciudad repleta de soldados que llegaban desde el sur dispuestos, aunque algunos a la fuerza, para partir al norte. Nadie podía estar indiferente a una campaña que, según el Gobierno, iba a definir los destinos de la República.

Lamentablemente para los porteños, la expedición de Manuel Blanco no logró su objetivo y a fines de 1837 firmó un tratado que fue considerado ignominioso para Chile. Tendría que pasar un año y formarse una nueva empresa para ver destruida a la Confederación y los sueños de Portales realizados. Fueron estos hechos los que luego provocarían el cambio de nombre de la plaza Orrego a Victoria, en conmemoración del triunfo de Manuel Bulnes en Yungay, el 20 de enero de 1839.

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