De Valparaíso a Concón: conexión costera

12 de Octubre 2017 Columnas

En septiembre se conmemoró el recordado “polvorazo”, aquel hito en la historia del borde de costero de la bahía, en que se dinamitó la Roca Oceánica para posibilitar la conexión entre Reñaca y Concón, y habilitar uno de los caminos más bellos de Chile.

Pero este episodio formaba parte en realidad de una serie de intervenciones en el borde mar, que habían comenzado muchos años antes, cuando Valparaíso vivía sus primeros años de vida republicana.

Así, por ejemplo, en el sector donde comienza la calle Esmeralda en el puerto, estaba “el Peñón del Cabo”, que interrumpía la conexión entre el sector puerto y de la actual plaza Aníbal Pinto. Cuando este hito fue derribado, finalmente se pudo conectar a Valparaíso con el Almendral.

Posteriormente ocurrió lo mismo con la antigua hacienda de Viña del Mar, puesto que, para conectarla con el puerto, o viceversa, fue necesario primero hacer un túnel ferroviario en “Punta Gruesa”, lugar que hoy denominamos “Curva Los Mayos”. Y, además, para permitir el paso de la vía férrea por el sector que hoy conocemos como Miramar, fue necesario cortar el cerro, naciendo así el Cerro del Castillo, que en su origen estaba conectado con la cadena de colinas que hay entre Agua Santa y Recreo.

Más tarde, a principios del siglo XX se hizo el “camino plano”, futura avenida España, y lo que hoy conocemos como Avenida Marina, otro esfuerzo que obligó a intervenir los bordes del cerro del Castillo y la antigua la playa de Miramar.

Y junto a estas obras, también se trabajó en el sector de Las Salinas, construyendo la famosa “recta”, hoy avenida Jorga Montt, para más tarde llegar a la “Stella Maris” o “Virgen negra”, en un sector que los antiguos llamaron “Sirena”, nombre que aún conserva el fuerte que está en la parte superior del cerro, en terrenos de la Armada.

Sólo para cerrar la construcción del borde costero del gran Valparaíso, el corte que se hizo al antiguo cerro Artillería permitió la conexión de Valparaíso con Playa Ancha por la actual avenida Altamirano, obras que ya estaban terminadas en la década de 1930.

De esta forma, desde Playa Ancha, hasta la Boca de Concón, se conformó, en distintos procesos, una ruta articuladora, que confirmaba no solo la conectividad de todo el espacio sino la conciencia de que todos vivían bajo el alero de la bahía de Valparaíso.

Los límites comunales no importaban, porque por sobre los sentimientos de identidad de barrio, o de cerro, frente al mar, todos sus habitantes conformaban un todo, algo así como un preámbulo de lo que significaría vivir en un área metropolitana.

Hoy el nuevo desafío es continuar dicha conectividad, siendo Mantagua el capítulo siguiente de este proceso de poblamiento y articulación. Pero también, es el momento que volver a conectar a la gran bahía, no solo mejorando sus condiciones viales como las de la alicaída avenida España, sino que construir una ciclovía de continuidad a lo largo de todo este espacio territorial aludido. Incluso se podría pensar en una gran actividad deportiva conjunta como un maratón, un triatlón o una gran carrera ciclística internacional. Pero no como hoy, en donde lo comunal eclipsa y fragmenta la mirada de conjunto, sino que volver a hacernos ver que, en realidad, estas tres comunas que miran el mar, en la práctica son sólo una gran ciudad en un escenario geográfico espectacular.

Publicado en Revista Tell.

 

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