Una ministra eclipsada

8 de Julio 2019 Columnas

No es que la comisión de Educación del Senado haya decidido citar a última hora una reunión para analizar el paro docente. No es que los profesores hayan desestimado el acuerdo con el ministerio ni tampoco que la ministra Marcela Cubillos haya decidido ver el famoso eclipse en compañía del Presidente Sebastián Piñera, en La Higuera, Cuarta Región. Nada de lo anterior es realmente relevante.

De lo que en verdad se trata el paro docente –que ya lleva cinco semanas y amenaza con continuar por un buen rato- es de un tema de prioridades. Tiene que ver con cuánto importan hoy los niños que pierden clases; los menores que no tienen para comer en sus casas y están perdiendo las raciones que les entregan los colegios; cuánto impacta un sistema paralizado por la inoperancia y la falta de soluciones creativas a un conflicto que no lleva cinco semanas, sino décadas y quizás más.

Los errores en el manejo de la situación han sido evidentes. De partida, una ministra que esperó demasiado para tomarle el peso al conflicto y que, una vez que lo hizo, decidió apostar a la figura del desgaste en vez de a la búsqueda consensuada de una conclusión digna para todas las partes. Una jugada que puede costar cara, pues aunque el gremio y el paro comiencen a perder fuerza –fundamentalmente por el egocentrismo de dirigentes como Jorge Gajardo-, la ciudadanía espera una solución. Y rápido.

Tampoco ha sido feliz la decisión de salir a cuestionar la paralización a partir de datos numéricos. La idea de hacer ver que se han bajado 600 colegios de la movilización y que “solo” quedan poco más de mil quinientos establecimientos en paro, tiene poca relevancia. Son cálculos menores que no logran calmar los ánimos de los profesores ni tampoco restar apoyo ciudadano.

Esto tiene que ver precisamente con un diagnóstico equivocado de parte del gobierno respecto de cuánto pueden “aguantar” los docentes y cuánto respaldo tienen del chileno medio. Bien le vendría, en este sentido, tanto al Presidente de la República como a la ministra Cubillos, revisar los  resultados de la última encuesta Criteria Research dada a conocer esta semana.

Allí, apenas un 27% de los consultados respalda la gestión del Mandatario y, entre las razones del descontento, de manera espontánea, surgen las frases “mal manejo en materia de educación” y “no acoger las demandas sociales”. Más claro, echarle agua. O bencina, que es lo que parece estarle agregando al conflicto la ministra a cada momento.

En la misma medición, el mejoramiento de la educación aparece en segundo lugar entre los temas que impactan el rumbo del país y un 61% de los encuestados dice que Chile ha retrocedido en esta materia. Una marcha atrás imperdonable en una nación que no logra ni siquiera un 4,0 en materia de educación, de acuerdo a los rankings internacionales.

Como si no pudiera encenderse más la situación y ante la petición –ilusa y poco practicable- de los profesores de que sea el propio Mandatario quien se siente a la mesa de negociación, Piñera afirmó que el gobierno siempre ha estado allí a través de la ministra y del subsecretario Raúl Figueroa, pues “el Presidente está no solo ocupado, sino preocupado de los temas que importan a los chilenos”. La pregunta entonces es ¿cuánta relevancia cree que tiene la educación el Presidente si admite que su ministra, en medio del paro, lo acompañe en primera fila viendo el eclipse solar?

Quizás lo que está detrás de la tranquilidad de la ministra tenga que ver con lo que dijo esta semana el astrónomo José Maza, quien afirmó que “esta huelga va a durar ocho semanas y no van a conseguir nada. Lo único que van a conseguir es que el año que viene haya menos alumnos en el sistema de educación pública”.

Y es probable que sea cierto. Que con esta paralización los profesores no logren mejorar su situación considerablemente. Que la deuda histórica continúe teniendo ese calificativo. Que las parvularias y educadoras diferenciales apenas logren incrementar miserablemente sus paupérrimos ingresos. Que los 600 mil niños que hoy no tienen clases, vuelvan a colegios que se llueven y con profesores que “patean la perra” todo el día.

Pero de que habrá costos, los habrá. Una ministra que decide políticamente irse al norte a ver el eclipse solar, aun cuando haya estado planeado con antelación, no pasará inadvertida y la ciudadanía le cobrará el desliz. Los profesores volverán a clases, sin grandes triunfos. Pero el precio de estas cinco semanas y de los niños instalados en sus casas lo pagará la ministra, que se ha visto completamente eclipsada por un conflicto que, al parecer, no sabe cómo resolver.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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