Una mezcolanza preocupante

14 de Marzo 2021 Columnas

Nunca está de más recordar que en menos de un mes viviremos un momento histórico. Como bien sabemos, aparte de escoger a nuestros alcaldes y concejales, también aprovecharemos la oportunidad de seleccionar a los nuevos gobernadores regionales y a los históricos convencionales constituyentes. El tema no es menor. La elección democrática de las máximas autoridades regionales ha sido una lucha larga y dificultosa, que viene a empujar (no sin complejidades) un proceso de descentralización política inédito en nuestra historia reciente. Y, por otro lado, los futuros convencionales constituyentes tendrán la esencial tarea de sentarse y dialogar, sentando los lineamientos basales para salir de la crisis política y social más relevante de los últimos 50 años. Sin embargo, el estallido social y la pandemia han determinado un proceso electoral que se vislumbra raro y confuso, con aristas prácticas y políticas que deben ser advertidas.

Quizás la complejidad que ha alcanzado más notoriedad se relaciona con lo práctico. Tendremos cuatro papeletas con un sinnúmero de opciones. ¿Cómo podemos asegurar un proceso expedito y seguro en términos sanitarios considerando el tiempo que nos llevará votar? La decisión ha sido dividir el proceso en dos días, con todos los desafíos democráticos y de seguridad que eso implica.

Sin embargo, esa complejidad abre el debate frente a otros asuntos de carácter político. De forma más o menos original, en las elecciones de abril tendremos que escoger tanto representantes nacionales (convencionales constituyentes) como locales (alcaldes, concejales y gobernadores regionales). Eso es problemático por varias razones. Quizás la más evidente se relaciona con el agobio propio del periodo de campañas. Los votantes estamos obligados a desdoblarnos, entendiendo que hay asuntos importantes que resolver en nuestras ciudades (como mejorar el equipamiento urbano de tal o cual plaza) y que hay otros que requieren de un nivel de abstracción no menor (como la promoción de la subsidiaridad como principio general de nuestro ordenamiento jurídico). Hablamos de dos tipos de discusiones igual de importantes, pero que, al estar mezcladas, pueden terminar por sofocar y generar expectativas infundadas respecto de lo que se nos viene. En el marco de este periodo electoral, el peor escenario es que los ciudadanos nos confundamos. Que creamos que la promoción del derecho a una vivienda digna va a implicar dar una solución concreta a un determinado campamento de nuestra región. O que la reafirmación del derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación va a habilitar a nuestros constituyentes para cerrar una determinada planta de nuestra zona costera. La verdad es que eso no será así, aunque la mezcolanza de candidatos y discursos pueda llevar a confusiones comprensibles.

Este asunto recién descrito se relaciona con la solución a la agilidad y la seguridad que debiese tener nuestro proceso constituyente. Lo natural hubiese sido separar aguas. Tener—como había sido la tónica hasta la elección de los CORES—elecciones nacionales y locales independientes, de modo de ordenar los discursos y controlar las expectativas. Pero también es cierto que vivimos en tiempos complejos, con una crisis social severa que exige realismo político. El asunto era complicado, y hoy no queda más que remar para un mismo lado.

Sin embargo, la ya descrita no es la única arista política del proceso electoral inédito y confuso que viviremos. Solo a modo de ejemplo casuístico, he podido observar que casi todos tenemos certezas respecto a nuestra opción para la alcaldía, algunos respecto a los concejales, menos respecto al gobernador y muy pocos respecto a los convencionales. Sería un despropósito sacar una conclusión seria de esa mera observación personal, pero lo cierto es que tiene concordancia con otros datos que hemos compartido desde la misma Fundación P!ensa. Las autoridades más cercanas a los ciudadanos (alcaldes) tienden a tener casi un 100% de conocimiento en la ciudadanía, mientras que las que se van alejando a un nivel más regional (intendentes) suelen bajar a cerca de un 25%. Esto puede ser un asunto de especial relevancia en las elecciones de abril. Muchos, quizás, asistan a las urnas con la intención clara de escoger a su alcalde, pero sin muchas ideas respecto del resto de los candidatos, lo que podría impactar enormemente en el resultado final de los comicios. A esto debemos agregar la gran dispersión que existen en algunas listas, con candidaturas independientes que no ofrecen muchas pistas para tomar una decisión más o menos razonada.

Todo lo anterior nos invita a comprender las elecciones como un proceso integral. En un mismo día nos enfrentaremos a distintos desafíos que, aunque sean igual de relevantes, conllevan responsabilidades y tareas absolutamente distintas. Eso implica poner la pelota al piso, evitar la demagogia y trabajar en potenciar la información que podamos ofrecer a la ciudadanía. Evadir las confusiones que se puedan generar resulta inaceptable.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso

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