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Una jugada cara

Más allá de las pretensiones personalistas de Jiles y su grupo, lo cierto es que esta división en las filas frenteamplistas pone en peligro la fortaleza del bloque con miras a las elecciones de 2020 y 2021.
Karen Trajtemberg

Karen Trajtemberg

Magíster en Comunicación Estratégica
Directora Escuela de Periodismo UAI Campus Viña del Mar. Magíster en Comunicación Estratégica
  • Magíster En Comunicación Estratégica, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, 2014

Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.

Nada de fácil le resultó al bloque opositor mantener la mesa de la Cámara de Diputados en sus manos, concretamente en la figura del DC Iván Flores.

Al derrumbe de la opción del anterior postulante para ese cargo, el diputado Gabriel Silber (que dejó la carrera luego de un correo electrónico anónimo que lo denunciaba por violencia intrafamiliar), se sumó una ardua pugna al interior del partido de la flecha roja, entre Flores y quien también aspiraba al puesto, el diputado Víctor Torres. Con la salida voluntaria de este último, ese escollo se solucionó en favor del parlamentario por la región de Los Ríos.

Sin embargo, la definición todavía estaba lejos de darse por superada. Aún restaba un escalón más: lograr ordenar a la oposición, incluido el Frente Amplio, que no necesariamente veía con buenos ojos la figura del conservador diputado. Si bien había conciencia de que allí se jugaba un partido crucial –el “futuro de la oposición”, dijo acertádamente el PS Fidel Espinoza-, no estaba claro que los 20 representantes del FA estuvieran dispuestos a pasar por alto las posturas de Flores en temas como el aborto en tres causales, donde –sin tapujos- entregó frases para el bronce como que “una mujer violada no está en libertad para pensar” o, a raíz del matrimonio homosexual, cuando dijo “para mí el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer; si Dios les da la posibilidad, podrán tener hijos y criarlos en familia, eso para mí es el matrimonio”.

Con dichos de ese calibre, que lesionan completamente el alma del Frente Amplio, parecía imposible que este decidiera respaldar a Flores para hacerse de la testera. Sin embargo, así fue. Con la salvedad de la autodenominada “bancada de la dignidad”, compuesta por los humanistas Pamela Jiles, Tomás Hirsch y Raúl Alarcón, además del diputado del Partido Ecologista Verde Félix González y Renato Garín, ex RD, quienes bajo el concepto de continuar rompiendo el binominalismo, no tuvieron problema en poner en jaque el triunfo opositor y mantener como viable, en alguna medida, la opción del UDI Jaime Bellolio (a quien Jiles incluso felicitó después de su victoria momentánea en una primera votación). Una acción no solo arriesgada, sino que además es una muestra de la fragilidad de la unión dentro del FA.

Más allá de las pretensiones personalistas de Jiles y su grupo, lo cierto es que esta división en las filas frenteamplistas pone en peligro la fortaleza del bloque con miras a las elecciones de 2020 y 2021. Al menos en términos de la mantención de un alma y discurso común, que continúe aglutinando a las fuerzas de la izquierda extra Nueva Mayoría en torno a un relato que no solo sea instrumental y que pueda ir más allá de lo meramente electoral. Porque si la “bancada de la dignidad” continúa en expansión, el peso de Gabriel Boric, Giorgio Jackson y su grupo –como bisagra- irá en franca disminución y los deseos de influir en las decisiones opositoras (y también en las próximas elecciones) pueden fragmentarse hasta convertirse en solo una anécdota.

Ahora, más allá de sus diferencias internas, queda otra arista dando vueltas en el aire. Porque no está claro todavía cómo se articulará la supuesta unidad opositora para los tres años de gobierno que aún le restan a Sebastián Piñera.

Si bien los frentamplistas cedieron sus votos para respaldar a Flores, incluso dejando en stand by la gestación del documento con “mínimos comunes” entre ambos bloques, que habían pedido previamente como condición, fueron enfáticos en que el apoyo al ahora presidente de la Cámara no era “un cheque en blanco” y que este debía ordenarse en torno a una unidad política, no solo administrativa. El problema está en que el famoso texto podría convertirse en un dolor de muelas, sobre todo para la DC, considerando que los “temas comunes” entre un Iván Flores y una Pamela Jiles parecen ser bastante inexistentes.

Pero además, ¿quiere decir esto que la exconcertación estará supeditada todo el resto del periodo a los vaivenes y pataletas del FA? Así parece ser. Porque, como lo dijo el exdiputado PS Sergio Aguiló, tras el respaldo de los frenteamplistas al nuevo timonel de la Cámara Baja, “no debe haber sido fácil votar por quien ha sostenido una conducta tan conservadora. Espero que la DC no olvide ese gesto”.

Y no podrá olvidarlo, porque el precio que pedirá el FA está por verse y ya la primera señal estuvo en la necesidad de tener los famosos “mínimos comunes”. Lo único cierto ahora es que la cuenta no está cerrada y esta no solo incluye a la Falange, sino a todos los partidos de la exconcertación.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

Una jugada cara

Más allá de las pretensiones personalistas de Jiles y su grupo, lo cierto es que esta división en las filas frenteamplistas pone en peligro la fortaleza del bloque con miras a las elecciones de 2020 y 2021.

Nada de fácil le resultó al bloque opositor mantener la mesa de la Cámara de Diputados en sus manos, concretamente en la figura del DC Iván Flores.

Al derrumbe de la opción del anterior postulante para ese cargo, el diputado Gabriel Silber (que dejó la carrera luego de un correo electrónico anónimo que lo denunciaba por violencia intrafamiliar), se sumó una ardua pugna al interior del partido de la flecha roja, entre Flores y quien también aspiraba al puesto, el diputado Víctor Torres. Con la salida voluntaria de este último, ese escollo se solucionó en favor del parlamentario por la región de Los Ríos.

Sin embargo, la definición todavía estaba lejos de darse por superada. Aún restaba un escalón más: lograr ordenar a la oposición, incluido el Frente Amplio, que no necesariamente veía con buenos ojos la figura del conservador diputado. Si bien había conciencia de que allí se jugaba un partido crucial –el “futuro de la oposición”, dijo acertádamente el PS Fidel Espinoza-, no estaba claro que los 20 representantes del FA estuvieran dispuestos a pasar por alto las posturas de Flores en temas como el aborto en tres causales, donde –sin tapujos- entregó frases para el bronce como que “una mujer violada no está en libertad para pensar” o, a raíz del matrimonio homosexual, cuando dijo “para mí el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer; si Dios les da la posibilidad, podrán tener hijos y criarlos en familia, eso para mí es el matrimonio”.

Con dichos de ese calibre, que lesionan completamente el alma del Frente Amplio, parecía imposible que este decidiera respaldar a Flores para hacerse de la testera. Sin embargo, así fue. Con la salvedad de la autodenominada “bancada de la dignidad”, compuesta por los humanistas Pamela Jiles, Tomás Hirsch y Raúl Alarcón, además del diputado del Partido Ecologista Verde Félix González y Renato Garín, ex RD, quienes bajo el concepto de continuar rompiendo el binominalismo, no tuvieron problema en poner en jaque el triunfo opositor y mantener como viable, en alguna medida, la opción del UDI Jaime Bellolio (a quien Jiles incluso felicitó después de su victoria momentánea en una primera votación). Una acción no solo arriesgada, sino que además es una muestra de la fragilidad de la unión dentro del FA.

Más allá de las pretensiones personalistas de Jiles y su grupo, lo cierto es que esta división en las filas frenteamplistas pone en peligro la fortaleza del bloque con miras a las elecciones de 2020 y 2021. Al menos en términos de la mantención de un alma y discurso común, que continúe aglutinando a las fuerzas de la izquierda extra Nueva Mayoría en torno a un relato que no solo sea instrumental y que pueda ir más allá de lo meramente electoral. Porque si la “bancada de la dignidad” continúa en expansión, el peso de Gabriel Boric, Giorgio Jackson y su grupo –como bisagra- irá en franca disminución y los deseos de influir en las decisiones opositoras (y también en las próximas elecciones) pueden fragmentarse hasta convertirse en solo una anécdota.

Ahora, más allá de sus diferencias internas, queda otra arista dando vueltas en el aire. Porque no está claro todavía cómo se articulará la supuesta unidad opositora para los tres años de gobierno que aún le restan a Sebastián Piñera.

Si bien los frentamplistas cedieron sus votos para respaldar a Flores, incluso dejando en stand by la gestación del documento con “mínimos comunes” entre ambos bloques, que habían pedido previamente como condición, fueron enfáticos en que el apoyo al ahora presidente de la Cámara no era “un cheque en blanco” y que este debía ordenarse en torno a una unidad política, no solo administrativa. El problema está en que el famoso texto podría convertirse en un dolor de muelas, sobre todo para la DC, considerando que los “temas comunes” entre un Iván Flores y una Pamela Jiles parecen ser bastante inexistentes.

Pero además, ¿quiere decir esto que la exconcertación estará supeditada todo el resto del periodo a los vaivenes y pataletas del FA? Así parece ser. Porque, como lo dijo el exdiputado PS Sergio Aguiló, tras el respaldo de los frenteamplistas al nuevo timonel de la Cámara Baja, “no debe haber sido fácil votar por quien ha sostenido una conducta tan conservadora. Espero que la DC no olvide ese gesto”.

Y no podrá olvidarlo, porque el precio que pedirá el FA está por verse y ya la primera señal estuvo en la necesidad de tener los famosos “mínimos comunes”. Lo único cierto ahora es que la cuenta no está cerrada y esta no solo incluye a la Falange, sino a todos los partidos de la exconcertación.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.